Me he vuelto a despertar sudando en medio de
la noche, con un grito al borde de la explosión en mis labios pero perdido para
siempre en mi garganta. Mientras las sombras se hacen menos densas intento que
mi respiración se haga más lenta, pues no quiero despertar al hombre que duerme
a mi lado. Suspiro y me incorporo mientras él continúa durmiendo. He vuelto
a ver el mismo rostro de siempre en mis sueños y estoy convencida que no es el
del tipo con el que vivo.
Unas horas después tomo café con mis
compañeras de trabajo, a las que sonrío como una autómata. Tecleo en el
ordenador hasta perder la sensibilidad en los dados y acabo la tarde frente a
mi terapeuta, que insiste en que tome unos medicamentos a los que no quiero ni
acercarme. Me ducho, ceno y vuelvo a la cama, temiendo (y deseando a partes
iguales) ver la cara del desconocido de ojos color avellana.
Me despierto agitada, trabajo, finjo, me niego
a tomar pastillas y me vuelvo a dormir. Así durante un tiempo que soy incapaz de
precisar. ¿Tres meses, cinco, un año? He perdido la noción de mí misma, estoy
conectada a la realidad por un mísero hilo que amenaza con romperse con cada
encuentro nocturno con el desconocido de mis sueños. Se partirá poco tiempo
después.
Una mañana más me maquillo frente al espejo
del baño para seguir representando mi papel, para llegar a la noche, una que
hace meses me aterraba y que ahora la espero con ganas. Un poco de color en las
mejillas y estoy lista, o debería estarlo. Porque soy incapaz de despegar
mis ojos de mi reflejo, que parece diluirse en miles de colores.
Lo primero que pienso es que estoy delirando.
La conexión finalmente ha estallado en pedazos y me he desanclado de la
cotidianidad. Sin embargo, que el chico de los ojos avellana aparezca en el
reflejo apenas me hace levantar una ceja, a lo que él sonríe tendiéndome la
mano. Me encojó de hombros y acerco los dedos a la superficie reflectante.
Es ahí cuando lo entiendo todo de golpe. En
realidad no pasaba nada malo conmigo. Solo no estaba en el sitio adecuado. Él
asiente y mi mano pasa a través del espejo para unirse a la suya. En este
mundo será un nombre más en la lista de personas desaparecidas. En el otro… muy
pronto lo descubriré.
© MJ Pérez
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