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miércoles, 25 de junio de 2025

Leyenda de la seda

 





La reina de las fibras, fue descubierta en China, nada menos que por la emperatriz Si Ling-chi, quien tenía fama de tener el dedo verde con las plantas y cada día, en su jardín, observaba con cuidado las hojas de morera y se preguntaba por qué los capullos parecían marchitarse en los árboles. 

Se cuenta que la joven esposa de Huang Ti, conocido como «el emperador amarillo», un día tomando su té debajo de una morera, un capullo cayó en el interior de la taza y cuando quiso sacarlo se dio cuenta de que tenía la propiedad de convertirse en un hilo finísimo que se tintaba con facilidad. De ese capullo hizo una bobina y mandó tejerlo.

Había nacido la seda. Una tela reservada a los grandes señores cuya manufactura se mantuvo oculta durante siglos con la amenaza de pena de muerte a quien revelara el secreto.

Después de tres mil años comenzó su divulgación hacia otros países a través de la ruta de la seda. Esta ruta comenzaba en Pekín, rodeaba la gran muralla china, cruzaba Afganistán hasta la antigua Persia.

En el siglo XV la seda llega a Europa occidental a través de España, Italia y Francia. Entre el Renacimiento y el Barroco se perfeccionaron las técnicas de tejeduría de la seda.

En China, los tradicionales tejidos de seda natural, están diseñados con motivos florales en recuerdo del jardín de la emperatriz Si Ling-chi. 

 


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