Comiendo karma
me deslizo por los márgenes del deshielo.
¿Quién dijo que las palabras no matan?
Me arrojaste la daga
y pisé los vidrios de tus estrecheces.
Dolió
y odio tu ignota incomprensión.
Hay exceso de noche en tus palabras.
Garganta afilada
en las aristas de unas verdades soterradas.
Mapeo mi horizonte
y rotundamente me niego
a recorrer más ese oscuro pensamiento.
Ennegrece la luz de mi intuitiva mirada.
© Sol Cerrato Rubio
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