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sábado, 13 de julio de 2013

Paseos por Madrid: Calle de Postas


Entre la calle de Esparteros y la de Zaragoza, en pleno corazón de Madrid, está la calle de Postas que cruza en diagonal esa pequeña barriada que abarca Sol y Mayor, escenario galdosiano de Fortunata y Jacinta. Paseando por ella se siente ese ambiente, ese “tipismo” madrileño.

Aparece en el plano de Espinosa y debe su nombre a que en la casa número 32 estaba ubicada la primera oficina de Correos y Postas que tuvo Madrid. En su fachada había un cuadro de la Virgen de no escaso mérito, que era de la propiedad de los maestros de postas.

En documentos del siglo XVI se dice que allí tuvieron lugar las partidas de las sillas de postas que en principio consistían en llevar los correos y órdenes reales a uña de caballo para diferentes lugares de España. Posteriormente ese servicio se hacía en diligencias, ya que las postas no solo aludían a la comunicación de noticias, sino también al transporte de viajeros. Nuestro actual Correos, aún se conoce como Servicio Postal.

Al ser expulsados los vendedores callejeros de la Puerta del Sol se refugiaron en la calle Postas. Desde el siglo XIX ésta es la calle de los hábitos por excelencia. Hoy quedan unas pocas tiendas dedicadas a confeccionar y vender hábitos de todas las Órdenes religiosas.      
Posada del Peine

En esta calle existe un edificio singular, la Posada del Peine, uno de los lugares más pintorescos de Madrid por sus costumbres. En 1610 Juan Posada abre este establecimiento en la calle del Marqués Viudo de Pontejos. Dos siglos más tarde pasa a manos de los hermanos Espinos, quienes la ampliaron con la construcción de un edificio anexo esquina a la calle de Postas. En 1892 para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América se coronó al edificio con un templete para reloj que nunca llegó a ponerse quedando el hueco vacío.  Cerró sus puertas en 1970. Al morir la última dueña cedió el edificio a una comunidad religiosa y ésta a su vez la vendió a la relojería Girod. En 2006 la cadena High Tech abre las puertas de un nuevo hotel. 

Tenía unas 150 habitaciones, las más lujosas con balcón a la calle y las más modestas, sin ventanas, cuya ventilación se conseguía abriendo la puerta al pasillo. Su nombre no es casualidad. Sus habitaciones contaban con un peine atado a una cuerda, como servicio adicional para sus clientes. Este edificio fue objeto del discurso de ingreso en la Academia de la Lengua de Camilo José Cela. 


Fuentes:
Cabezas, Juan Antonio: Diccionario de Madrid. Compañía Bibliográfica Española, S.A. Madrid 1968.
Martín Fernández, Mª Carmen: Invierno 1983/1984. Serie de notas tomadas durante las visitas programadas por la Fundación Villa y Corte. Profesor: Guillermo Fernández Fanjul.


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