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sábado, 1 de noviembre de 2014

Amantes de mis cuentos: Un cielo de hombre

Butacas del Siglo XIX
Foto: Wikipedia

Mi marido es algo vago. El pobre. Mi madre le llamaría holgazán. Su único defecto es que es muy escrupuloso. Si encuentra un pelo en la sopa que a lo mejor es suyo, me forma tal algarabía que le tengo que cambiar el plato.

Nunca ha querido trabajar ni siquiera de ministro pero hablando lo arregla todo. Es un manitas.

Se sienta en su butaca favorita y lo dirige todo desde allí. Cuando monté los armarios de la cocina me fue guiando y salió todo a la primera. Siempre es igual. Tenemos una casa preciosa porque es un decorador nato. Buscó en las revistas para el hogar modelos de cortinas y cuando las eligió me dijo hasta cómo hacerlas. Quiso pintar las habitaciones y hasta eligió los colores. Hice las mezclas tal como me decía y las paredes quedaron perfectas. Como cocinero no hay nadie que le iguale. Inventa sus propias recetas o trae a colación la cocina de su abuela. Se enfada conmigo porque en vez de calcular la cantidad exacta, echo una pizquita de esto o de aquello.


Estoy muy orgullosa de él. Solo me molesta cuando vienen los amigos y le oigo hablar de todo lo que ha hecho. No sé por qué… mi estómago se resiente. Es pura envidia. Yo nunca he recibido una alabanza. 

Por lo demás no tengo motivos para quejarme de él. 





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Gracias.


© Marieta Alonso Más

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