Del mar, el mero; de la
tierra, el cordero.
Eso dice el refranero español.
Es bastante común confundir
la carne del mero con la del marrajo y el emperador, pero son muy diferentes. El
mero, garopa o cherna es feo, sabe muy rico, pero es feo. Tiene un cuerpo
robusto, con una cabeza grande donde resaltan los ojos globosos y unas grandes
mandíbulas. La inferior sobresale con respecto a la superior. Es de color
marrón con manchas blancas. Es un pez solitario. Se alimenta de pulpos y otros
crustáceos. Se aparea durante el verano. Y es hermafrodita. A lo largo de su
vida el mero cambia de sexo pasando de hembra a macho.
Mi amiga Irene dice que hay
que comer pescado dos o tres veces a la semana, que ayuda a perder peso, que
favorece el desarrollo intelectual, que fortalece los huesos, que protege el
corazón, que se digiere fácilmente, que nutre los músculos, que aumenta las
defensas, y que se cocina de mil maneras. Desde que está suscrita a Saber Vivir
no hay quien la aguante.
Se ha presentado con esta
delicia y me ha dejado la receta para que la próxima vez lo haga yo. De ilusión
también se vive.
Ingredientes
para cuatro personas:
Cuatro
rodajas de mero
Zumo
de dos naranjas
Zumo
de medio limón
Tres
dientes de ajo
Aceite
de oliva
Sal y
pimienta
Unas
hebras de azafrán
Dos
cucharaditas de harina de maíz refinada
Agua
Preparación:
Salpimentar las rodajas de
mero y dorarlas durante cuatro minutos por cada lado junto con los ajos
fileteados en una cazuela con aceite bien caliente.
Agrega las hebras de azafrán
y el zumo de naranja y limón, dejadlo hacer durante unos ocho minutos. Pasado
este tiempo añade la harina de maíz refinada diluida en un poquito de agua. Dad
un hervor para que espese la salsa y:
¡A comer!
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