Mike caminaba por el oscuro
sendero. Volvía de una dura jornada de trabajo en el campo.
A mitad de camino le resultó
extraño no ver aquella casa en ruinas que ocupaba esa parcela desde antes de que
él naciera. Asoció no poder verla con la intensa niebla que había esa noche,
por lo que continuó su camino.
Lo que Mike no podía imaginar
era lo que acontecería en escasos minutos. Al entrar en su casa comenzó a
escuchar extraños ruidos, que imaginó eran esos malditos crujidos de la vieja
madera con la que estaba construida aquella vieja edificación a la cual el
llamaba hogar.
Segundos después Mike se
extrañó de que los ruidos no cesaran, por lo que decidió inspeccionar el sótano
que era de donde procedían aquellos sonidos.
Bajando la escalera le vino
un olor a putrefacción y una vez abajo la imagen que pudo observar le dejó
paralizado. En el suelo se encontraban decenas de cadáveres de hombres y
mujeres y frente a ellos la figura de lo que parecía un fantasma.
Consiguió huir de la casa y
avisar a la policía. Cuando los agentes revisaron el sótano no encontraron
absolutamente nada relacionado con lo que había dicho Mike.
© Jaime Aguilera San Frutos
Una tarde de verano, en la
playa, a orillas del Mediterráneo, tres niños de 9, 11 y 13 años, decidieron escribir
sobre fantasmas, una casa en ruinas, y un camino cubierto de niebla.
¿Qué edad tenía Jaime?
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