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martes, 15 de septiembre de 2020

Édouard Manet: Manojo de espárragos

Édouard Manet, Manojo de espárragos (1880) Museo Wallraf-Ritchartz, Colonia




Érase una vez un hombre llamado Charles Ephrussi, editor de la Gazette des Beaux Arts, crítico y coleccionista de arte que se enamoró perdidamente de una obra: Un delicioso manojo de espárragos en primer plano, el fondo oscuro, el verde de las hojas, un potente foco de luz que iluminaba los tonos crema, gris y malva de los espárragos.

Cuadro del que se dice fue pintado de un solo golpe, con pinceladas vigorosas y rápidas, y que plasma algo momentáneo. Fue tanto el placer que sintió al tenerlo entre sus manos que giró a Edouard Manet mil francos en lugar de los ochocientos acordados.

Grande fue su sorpresa cuando el pintor a su vez le envió como agradecimiento un pequeño cuadro con un único espárrago, lleno de virtuosismo técnico, descentrado, en la parte inferior del lienzo sobresaliendo de la mesa de mármol y visto desde arriba. Con una nota que decía: Este faltaba en el manojo.

El olvidado y solitario espárrago debió sentirse feliz cuando se vio frente a frente con sus hermanos, porque si se observa con atención parece que hace un guiño irónico.

Los invitados del señor Ephrussi consideraron que lo pintado se había convertido en pura realidad, y es que para Manet la naturaleza muerta suponía la piedra de toque de la pintura, y si alguien osaba decir que no le gustaban los bodegones, solía afirmar: Su ojo se acostumbrará.

Y aquí estamos sin poder elegir entre uno y otro.

Édouard Manet, Espárrago (1880), Museo d'Orsay, Paris


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