Hoy
extiendo mi mirada hacia el ayer.
Y me
veo distinta, extraña en mi nueva piel.
¿Y me
pregunto si valió la pena este caminar,
este
deambular entre paisajes extraños y desconocidos?
He
amado y he querido.
También
he odiado y luego me he arrepentido.
Brillé
entre las estatuas de luz que se acercaban a doquier.
Envidié
las ráfagas de color que se agolpaban en las aceras.
Soñé
el aliento colectivo de la consonancia,
lloré
profundamente hasta llegar
a la
raíz de tanta desazón,
sosegué
mis pasos en la templanza de la noche.
El
ayer de repente se asoma sin llamar ni avisar,
por
una rendija de una escueta pantalla acristalada,
provocando
un mirada diferente,
distante a
todo lo que viví y experimenté
cuando
yo era parte de ese ayer.
Todas
las personas que conocí y ya no están cerca de mí,
las
que soslayé para evitar su desafiante acento descontento,
de
las que me alejé para escapar de su apretura delirante,
y de
las que a veces me acuerdo al escuchar una bonita canción.
Hacer
las paces con el ayer desde la confluencia de mi hoy,
es
una invitación a la concordia, cordialidad, compañerismo...
Donde
todo fluye desde un interior más experimentado,
acomodado
e ilusionado,
que
fantasea con la resurrección de un participio reinventado.
© Sol Cerrato Rubio
No hay comentarios:
Publicar un comentario