Se dice que fue un ardiente
predicador que le dio por pintar paisajes que nadie compraba y que por último,
se suicidó. Se dice que los entendidos de su época no supieron reconocer al
genio que tenían ante sus ojos. Se dice que pintaba todo lo que tenía a su
alcance, como sus zapatos viejos e hizo más de cuarenta autorretratos porque no
podía pagar una modelo.
Vincent era todo lo contrario
de un académico. Que en aquel entones había docenas de pintores que eran
mejores dibujantes y coloristas, puede. Pero su entrega, esa espontaneidad de
volcar sobre el lienzo su corazón, su alma, su torturada mente, lo ha hecho
único.
Solo vendió un cuadro de los
más de mil seiscientos que realizó. En cambio, hoy, en Amsterdam, tiene un
museo dedicado exclusivamente a su obra.
Su período creativo duró diez
años. La única persona que creyó en él fue su hermano Theo que intentaba
comprenderle y lo protegía. Su sobrino ha dicho de él que pintar debió ser para
su tío una defensa contra su agitación interna. Dominar su ansiedad le costaba
gran esfuerzo. Su tenacidad le brotaba de lo más profundo porque el mundo
exterior le brindaba escaso apoyo.
El arte y la religión fueron
sus dos grandes obsesiones. Estudió pintura en Bélgica y Holanda. Estuvo en La
Haya donde trabajó para una casa de marchantes de arte, luego se fue a Londres,
a París, se trasladó a Arles, en el sur de Francia. Pintar, pintar, pintar y
tras esa explosión de energía creadora sufrió su primer profundo quebranto de
salud. Discutió con Paul Gauguin que le había ido a visitar. Se cortó parte de
su oreja derecha y la mandó a una prostituta. Marchó a Auvers-sur-Oise, y allí
en un mes de julio se disparó en el pecho.
Escribió numerosas cartas a
Theo. En algunas de ellas volcaba su sentir a la hora de plasmar sus ideas ante
el caballete, como en:
Autorretrato ante el
caballete: «No es fácil pintarse uno mismo. Se busca una semejanza más profunda
que la del fotógrafo».
Arles y sus lirios: «Un pueblecito
rodeado de campos cubiertos de flores amarillas y púrpura; como un sueño
japonés. El tema era muy bello y tuve dificultades para resolver la
composición».
Rama de almendro en flor:
«Hubiera preferido que Theo le pusiera al chico el nombre de mi padre y no el
mío. He empezado a pintar un cuadro para que lo cuelguen en su alcoba: grandes
ramas de capullos blancos de almendro contra un cielo azul».
En una ocasión escribió:
«He andado por esta tierra
durante treinta años y quisiera dejar algún recuerdo, por pura gratitud».
Gracias
Vincent
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