La noche cuenta quién soy a través de los sueños. Y me
gusta. En cuanto mamá me dice ¡A dormir!, salgo como una flecha, me meto en la
cama y con la sábana tapo mi cabeza. Así llega la modorra más rápido. Las
imágenes son claras: un día soy astronauta, otro bombero, ayer soñé que era un
gran futbolista. Desperté feliz. Hoy no sé en qué me convertiré.
Zzz… zzz… zzz…
Mi nombre es Nube Roja. Nací un día de marzo con la
llegada de la primavera, el mes de la siembra. Nuestra tribu vivía en la Gran
Pradera e íbamos de un lado para otro llevando el tipi a la espalda.
Allí donde había bisontes, acampábamos. El bonito
animal nos daba de comer y también nos proporcionaba su piel para vestirnos, su
vejiga nos servía de saco y con sus huesos hacíamos cucharas, martillos,
cuchillos. En las fiestas tocábamos los tambores y saltábamos alrededor del
fuego gritando «Uuuuuu Uuuuuu».
La mayor hazaña de un guerrero era tocar al enemigo
con la mano o con un bastón muy adornado. Así… Toc, Toc. Se le vencía sin
necesidad de matar.
Con la llegada del hombre blanco, nuestro mundo se
desequilibró. Llegué a ser uno de los mejores jinetes. Los caballos eran
grandes aliados para ir de caza y hacer la guerra. Incluso un pájaro debe
defender su nido, decía el Gran Jefe.
Y corriendo por la pradera donde el viento baila en
libertad y nada puede romper los rayos del sol, encontré una cabina de
teléfonos roja que sonaba y sonaba y sonaba... Mi caballo movía la cabeza para
que diese la vuelta. ¡Estuve tentado de no coger el auricular! Al final el
deber se impuso. Era mi madre que me recordaba que tenía que ir al colegio.
© Marieta Alonso Más
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