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miércoles, 2 de septiembre de 2020

Amantes de mis cuentos: Afición desmedida


Librería Lello. Oporto. Portugal



Todo momento parecía adecuado para el amor y la lectura. Y a veces hasta de forma conjunta. Tal comportamiento dio lugar a que su marido, debilitado por tanto ejercicio amoroso la amenazara con el divorcio. 

Lástima porque tanto, una como otra, eran prácticas deliciosas. Intuyó que su querido esposo necesitaba algo de descanso, y acudió en su ayuda, de la mejor manera, buscándose un amante. Él lo entendió.

Su nuevo amigo no solo cumplía con lo estipulado, también le regalaba libros, aconsejándola, con picardía, que no dejara de leerlos. Por supuesto ella le hacía caso, aunque los forraba para que no se viera el título, ni el autor. Si hubiera censura muchos de ellos no se podrían encontrar con facilidad.

Leer para ella era tan emocionante. La lectura la transportaba a la adolescencia, a la vez aquella en que se escondió bajo la mesa camilla de la biblioteca con un compañero del instituto y juntos descubrieron el placer de la carne. Hubo un momento de pánico, cuando oyeron acercarse a sus madres en una cháchara placentera. Lo solventaron. Al hacer su aparición sus respectivas progenitoras los hallaron por el suelo, muy concentrados en la lectura de un tebeo. Y desde entonces asociaba aquella primera experiencia, con esa furia animal, esa ansiedad…, por leer.



© Marieta Alonso Más



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