Librería Lello. Oporto. Portugal |
Todo momento parecía adecuado
para el amor y la lectura. Y a veces hasta de forma conjunta. Tal
comportamiento dio lugar a que su marido, debilitado por tanto ejercicio
amoroso la amenazara con el divorcio.
Lástima porque tanto, una como otra, eran
prácticas deliciosas. Intuyó que su querido esposo necesitaba algo de descanso,
y acudió en su ayuda, de la mejor manera, buscándose un amante. Él lo entendió.
Su nuevo amigo no solo cumplía
con lo estipulado, también le regalaba libros, aconsejándola, con picardía, que
no dejara de leerlos. Por supuesto ella le hacía caso, aunque los forraba para
que no se viera el título, ni el autor. Si hubiera censura muchos de ellos no
se podrían encontrar con facilidad.
Leer para ella era tan
emocionante. La lectura la transportaba a la adolescencia, a la vez aquella en
que se escondió bajo la mesa camilla de la biblioteca con un compañero del
instituto y juntos descubrieron el placer de la carne. Hubo un momento de
pánico, cuando oyeron acercarse a sus madres en una cháchara placentera. Lo
solventaron. Al hacer su aparición sus respectivas progenitoras los hallaron
por el suelo, muy concentrados en la lectura de un tebeo. Y desde entonces
asociaba aquella primera experiencia, con esa furia animal, esa ansiedad…, por
leer.
© Marieta Alonso Más
No hay comentarios:
Publicar un comentario