miércoles, 1 de enero de 2014

Amantes de mis cuentos: Amor filial


W. A. Bouguereau






Yo era de esos niños alérgicos al colegio. El primer día me dejé llevar porque no sabía lo que era aquello. Llegué a casa diciendo que no me gustaba, que no quería volver. Pero al día siguiente me despertaron a pesar de lo dicho, por lo que comencé a llorar, a patalear, a berrear, hasta que me subió la fiebre y me llevaron a Urgencias. Allí no supieron qué me pasaba. Todos los días lo mismo. Así una semana, hasta que mi padre apesadumbrado dijo:

Este niño no vale para estudiar, solo de pensar en ello le sube la fiebre. Se nos va a morir. Que se quede en casa. Ya aprenderá un oficio.

Pero mi madre, que era de esas mujeres, que solo hablan cuando es necesario, se puso las manos en la cintura, movió la cabeza mirando a mi padre, luego a mí, de nuevo a mi padre y dijo:

Mi hijo va a estudiar aunque se muera.

Lo dijo de tal manera que del susto se me quitó el espanto y mi padre y yo tomamos cabizbajos el camino para el colegio. Nunca más me dio fiebre. Tomé tal impulso que no solo hice primaria, secundaria, bachillerato, también terminé cinco carreras universitarias, una detrás de otra.

En mi trigésimo cumpleaños mi madre sin una pizca de consideración me dio el segundo gran susto de mi vida al decir:

Basta de estudiar. Óyeme bien. No te pido que te busques cinco trabajos, me conformo con uno. Sal inmediatamente y no regreses hasta que te hayan contratado.

Todo esto lo dijo señalando la puerta. No pude terminar el postre.

Si por mi padre hubiese sido, yo sería un ser holgazán, simpático, sin ambiciones y viviendo a costa de ellos, pero mi madre no lo permitió.

Como no encontré trabajo tuve que crear una fábrica de alta tecnología. Hoy trabajan en ella más de tres mil personas.

Me estoy matando a trabajar, mamá.

Ella contestó:

Tranquilo, te morirás cuando yo lo diga. Ahora debes salir a buscar novia, casarte y tener una docena de hijos.

Así lo hice. Ya tenemos seis niñas y seis niños. Mi mujer y mi madre se mastican pero no se tragan. 

Yo era feliz hasta que ayer mi madre murió, y se fue sin decirme el día que debo marchar junto a ella.


© Marieta Alonso Más

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