jueves, 1 de octubre de 2015

Amantes de mis cuentos: ¡Dónde están los hombres!


En el Moulin Rouge: dos mujeres bailando
Henri de Toulousse-Lautrec

En las fiestas patronales de nuestro pueblo el baile es en el Casino. Me gusta sentarme en el alfeizar de la ventana para fisgonear todo lo que sucede. Las chicas se pasan la noche bailando con la amiga, la madre, la prima, la tía. Y si alguno que viste pantalones se le ocurre estirar su chaqueta, peinarse el tupé y salir a la pista, todas corren a sentarse. Como no hay sillas suficientes alguna se queda de pie toda nerviosa masajeándose las manos. Sabe que no le van a pedir un baile ni de broma. Es requisito indispensable estar sentada y es que la escasez de hombres que hay en el mundo raya en el peligro, según palabras de mi hermana.

No me explico ése querer bailar con los hombres cuando las mujeres llevan mucho mejor el compás. Hay algunos para los que el movimiento requiere bisagras.

Una prima mía se casó con el primero que la sacó a bailar para no pasar por el trauma de quedarse sentada. No le va mal. Otra ideó invitar a bailar a la madre del chico que le gustaba y de tantas vueltas, medio que la mareó, y muy atenta la joven, recomendó a la señora que pidiera auxilio a su hijo para que la reemplazara. El otro, un desconsiderado, con su pobre madre, se fue de la fiesta.

No sé qué va a ser de mí cuando me toque entrar en esa etapa a la que mi madre llama “edad de merecer”, porque lo que me gusta es deambular por las calles, oyendo lo que dicen los hombres cuando juegan a las cartas y hablan de política. No hay lógica en ellos. El concepto que tienen de las mujeres hablando con sus amigos no es el mismo que oigo cuando hablan con ellas. 

Mi hermana a pesar de estar de acuerdo en que no hay quien entienda a los hombres, se va al baile a buscar novio. Gastaría menos energía quedándose en casa viendo pasar al vecino que la ronda. Si total es el único que se atreve a sacarla a bailar. A ella no le gusta mucho, pero dice que acepta sus atenciones porque a saber lo que el futuro le puede deparar. Cualquier cosa es válida antes de quedarse para vestir santos, como la tía Genara, que por mucho que bailó…





© Marieta Alonso Más

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