martes, 31 de enero de 2017

Charla en el Centro de Mayores Pérez Galdós en Madrid: Historia del cuento

Vihuela de arco y vihuela de péñola

El título sugiere algo muy extenso. No os asustéis. Pretendo que esta sea una breve historia del cuento. Se dice que apareció como una necesidad del ser humano de conocerse a sí mismo, y a la vez de darse a conocer. Seres y cosas, tanto reales como imaginarias, caben en todo relato. 

¿A quién no le gusta que le cuenten cuentos, anhelos, amores, chistes?

Llama la atención que la palabra cuento que etimológicamente proviene de “contar”, del latín computare, plantea en la literatura española un problema terminológico. En las antiguas narraciones castellanas no se solía encontrar la palabra cuento, leíamos fábula, apólogo, proverbio. Más tarde, se empezó a utilizar para las narraciones cortas de tono popular y carácter oral, también para anécdotas y refranes.

En el Romanticismo se empleaba para las narraciones versificadas o en prosa de carácter popular, legendario o fantástico, aunque también para éstas se usaba la palabra leyenda, balada.

Hoy cuento se designa a la narración corta con dos términos diferenciados: cuento popular y cuento literario.

El cuento popular pertenece al folclore, al lado de las coplas, de los romances. Se transmite oralmente, es anónimo y tiene un carácter viajero. La palabra desnuda fue el único vehículo de transmisión del saber del pueblo y todavía hoy, en muchos lugares, conserva su fuerza.

Pero, el cuento literario antes del siglo XIX era un “género menor”. Es a partir de ese siglo cuando el cuento literario será creado, en forma escrita, por un autor con nombre y apellidos. Otras diferencias radican en la originalidad, el enriquecimiento temático, la intención, la libertad de creación, la limitación a una extensión corta, la necesidad de que provoque. El primer elemento esencial de este género es la síntesis. Julio Cortázar define la significación, la intensidad y la tensión como los tres elementos sustanciales del buen cuento literario.

Se ha dicho que el fondo más rico y antiguo de la cuentística universal hay que situarlo en la India. Los cinco libros del Pantchatantra reúne la más importante colección india de cuentos, fábulas, apólogos y moralejas. Es difícil precisar la fecha en que se hicieron. A principios del siglo VI d. C. ya existía esta obra. Su difusión se inicia en el siglo X, mediante tres vías principales:

Músicos de corte en las Cantigas de Alfonso X el Sabio.

·        Traducidos al persa y al árabe fueron llevados por los pueblos islámicos de Asia, África y Europa.

·       A través de Bizancio, Italia y España se extendieron al occidente cristiano donde se transformaron y adoptaron formas muy diversas.

·        Los budistas a su vez, los difundieron por China, Tibet y Mongolia.

En España un hito importante son los treinta y cuatro cuentos populares redactados en latín en la primera mitad del siglo XII, por el judío español José Sefardí.

Nos saltamos dos siglos y en el siglo XIV tenemos a tres grandes cuentistas:

Don Juan Manuel con el Conde Lucanor

Giovanni Bocaccio con su Decamerón

Geoffrey Chaucer con sus Cuentos de Canterbury.

Nos saltamos tres siglos y es el siglo XVII el que nos trae a Charles Perrault que con sus cuentos de hadas traducidos a todos los idiomas, podemos decir que pertenecen al patrimonio de la humanidad. ¿Quién no ha leído a Caperucita roja, Pulgarcito, La Cenicienta, El gato con botas…?

El siglo XIX es la época de los novelistas más importantes de la historia de la Literatura, de la preocupación por el cuento popular y el nacimiento del cuento literario como un nuevo género propio de este siglo.

En Alemania tenemos a Hoffman con sus Cuentos fantásticos. Los hermanos Grimm que con sus cuentos infantiles y del hogar consiguen una obra inmortal por su sencillez y belleza. Son los hermanos Grimm quienes realmente inician la recogida sistemática de la tradición popular oral, que Perrault había comenzado en el siglo XVII.

En Dinamarca, Hans Christian Andersen, con su Soldadito de plomo, El patito feo o La reina de la nieve.

En Francia el maestro indiscutible es Guy de Maupassant. Otro fue Prosper Merimée que escribió entre otros “La toma del reducto” del que se ha dicho que es una obra maestra en intensidad.

Desde Rusia nos llegó A.S. Puschkin. Iván Turgueniev. León Tolstoi (1828-1910) autor de La muerte de Iván Ilich y de Cuentos para niños, adoptados como libros de lectura en las escuelas rusas. Antón Chéjov (1860-1904) del que se llega a afirmar que es el supremo maestro del género.

Oscar Wilde, Rudyard Kipling en Inglanterra junto con Charles Dickens y sus cuentos de Navidad. Robert Louis Stevenson al que los nativos de Samoa le llamaban Tasitala que significa “el que cuenta cuentos”.

En España, Fernán Caballero, inicia la recogida de cuentos populares que luego los arregla a su gusto. Leopoldo Alas “Clarín”, Pedro Antonio de Alarcón y Emilia Pardo Bazán, forman la trilogía de los más importantes cuentistas españoles del siglo XIX. 

¡Adiós, Cordera! de Clarín, es uno de los más bellos cuentos de nuestra literatura.

Cruzamos el charco y en Norteamérica tenemos a Washington Irving,  Hawthorne, Edgar Allan Poe con quien se dice nace el cuento contemporáneo. Herman Melville con su Moby Dick. Mark Twain y “Las aventuras de Tom Sawyer”. Ambrose Bierce  autor de “Cuentos de soldados y civiles”.

Y llegamos al siglo XX, donde el cuento literario alcanza la madurez y evoluciona al mismo tiempo. Se puede afirmar que todos los narradores importantes de este siglo cultivan el relato. 

Al parecer los escritores hispanoamericanos encuentran en este género la forma idónea para manifestar el mundo que les rodea. Tenemos a Juan Rulfo, mejicano, y su “Pedro Páramo”; el cubano Alejo Carpentier que la crítica considera uno de los escritores fundamentales del siglo XX. No podía faltar en esta relación el argentino nacido en Bélgica, Julio Cortázar: Uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo. Jorge Luis Borges que nunca escribió una novela.

Ana María Matute dijo en una ocasión: “Yo entré en la literatura a través de los cuentos. Para mí el cuento es un elemento literario importantísimo. Tan importante como la prosa, como la poesía. No es literatura menor, hay literatura buena o mala y nada más”.   

Mi pasión por las letras me ha llevado al cuento y los cuentos me han traído hasta aquí. A veces me pregunto el porqué de esta necesidad de contar. A lo mejor lo que me gusta, lo que me maravilla de ser una contadora de historias es que, a diferencia de la vida real, sobre un papel puedo cambiar el llanto en risa, los achaques en salud, una mañana triste por un día placentero, un desencuentro amoroso en una pasión sin límites.

Tengo la suerte de tener a mi vera a María Ramírez, profesora de francés de este Centro que con su generosidad y amabilidad ha traducido al francés tres de mis cuentos. Gracias a ella y a sus alumnos podremos escuchar la musicalidad de las palabras en dos idiomas diferentes. El español y el francés. Los dos son lenguas romances y nos contarán el mismo cuento.

El primer cuento se titula “Idiomas”.

El segundo: Sirenas

El tercero: Un gato con ínfulas

Dicen que... 

“Los buenos cuentos siempre se repiten”



Músicos de rabel y laúd



   

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