lunes, 21 de mayo de 2018

María del Carmen Aranda: El embutido eco de los lamentos

El eco se produce en diferentes superficies



«El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo
ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también
a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y
verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo
llega a expulsar del hombre la humanidad misma».
ALDOUS HUXLEY (1894-1963)
Escritor británico


Dentro de mis ojos existe un gran mar cuyas profundidades albergan muchos sentimientos que no os puedo explicar y son sus profundidades las que permanecen algunas veces repletas de una inmensa y admirable belleza y otras, son las corrientes extremas que enturbian su calidez y endiabladas me quieren apresar.

Un gran mar cuyas tímidas olas al igual que mis lágrimas vienen y van al ritmo provocado por la acción del viento, días en los que esa energía incontrolable se convierte en una corriente superficial y otros simplemente se disipan en el avatar de los tiempos.

Dentro de mí hay una gran playa cuya arena absorbe el agua que la cresta de la ola dirige con aparente rebeldía a un destino con irremediable final.

Aquel día, abatida por el silencio de la noche, me tumbé sobre la cálida arena envuelta de múltiples pensamientos. El ronco fragor del agua me llamaba con insinuante voz golpeándome persistente e incansable mi sien, mi cabeza, mi ser.

Cubierta por una gran manta blanca de serenidad y protegida por los recuerdos de sonrisas inocentes, recogía como un embutido eco, los entremezclados mensajes de injusticias y ahogadas llamadas de inútiles esperanzas, intentando emerger con fuerza de los ocultos recovecos.

Podría haber extendido mi mano, alcanzar una estrella y lanzarla al otro lado, pero estaban tan ocupados mirando a sus cortos pies, con su nuca baja y resignados que…había que esperar.

Así, derrumbada por el cansancio, dejé a mi mar tras mis ojos descansar plácido y sereno, ondeando sus olas a su libre compás, dejándose llevar por sus propios movimientos.

Quizás mañana, como un día y noche cualquiera, alguna de esas pacientes estrellas acompañe a la bella Luna de todos los tiempos, y la Luna a la mar y la mar al viento, pudiéndose este llevar para siempre esos tristes e incesantes lamentos que en las silenciosas noches no dejan en mi mente de retumbar, como un embutido eco.

© María del Carmen Aranda

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