martes, 10 de enero de 2017

Carlos III de España

Carlos III (1765) Anton Raphael Mengs
Museo del Prado

Carlos III, Rey de Nápoles.

Por parte de su madre Isabel de Farnesio heredó los ducados de Parma y Plasencia en 1731; años más tarde al reconquistar Felipe V el reino de Nápoles y Sicilia, pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII o simplemente Carlo di Borbone.

Contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia y junto a ella conquistó el afecto de los napolitanos al intentar reformar y modernizar su reino. Mejoró las edificaciones públicas. El Palacio y Museo de Capodimonte fue construido en 1738 por orden suya para conservar la colección de arte de los Farnesio, que había heredado de su madre. Otra aportación fue el Teatro San Carlos que fue inaugurado el 4 de noviembre de 1737, cuarenta y un años antes de la Scala de Milán. Hoy el Palacio Real de Caserta es uno de los mayores palacios reales del mundo. Otro de sus grandes logros fue ordenar el comienzo de la excavación sistemática de las poblaciones sepultadas por el Vesubio en el año 79. Aunque en Nápoles griegos, romanos, bizantinos, normandos, franceses, españoles han dejado su huella, el escudo de la ciudad lleva los colores aragoneses. Según una antigua leyenda los dos colores simbolizan el sol y la luna.

Carlos III, Rey de España.

Nunca imaginó que siendo el tercero en la línea sucesoria le correspondería reinar en España. Nació a las cuatro de la madrugada del 20 de enero de 1716 en el Real Alcázar de Madrid. Tras el fallecimiento de Luis I y Fernando VI sin descendencia, el trono de España llegó a sus manos. Regresó a Madrid el 9 de diciembre de 1759.

En un primer momento los ingleses fueron un dolor de cabeza para este Rey. Tomaron las plazas de La Habana y Manila. El enfrentamiento terminó con la Paz de París en 1763. España cedió a Gran Bretaña la Florida y los territorios del golfo de México a cambio de la devolución de esas dos importantes plazas.

Se supo rodear de ministros y colaboradores ilustrados que realizaron importantes cambios, sin quebrar el orden social, político y económico del llamado despotismo ilustrado.

El detonante del motín del marqués de Esquilache, marzo de 1766 fue la supresión de la capa larga y el sombrero de ala ancha de los madrileños, por la capa corta y el sombrero de tres picos. De Madrid, el levantamiento se trasladó a diversas ciudades. Los amotinados exigieron la reducción del precio de los alimentos, el cese de ministros extranjeros y un perdón general, entre otras peticiones. Esquilache fue desterrado. El rey se apoyó entonces en reformistas españoles como Aranda, Floridablanca, Campomanes… Este último trató de demostrar que los inductores del motín habían sido los jesuitas, por lo que se les expulsó el 27 de febrero de 1767 y todas sus posesiones fueron confiscadas.

Entre las grandes reformas de su reinado podemos encontrar la creación en Madrid de los Estudios de San Isidro, la Escuela de Artes y Oficios que han perdurado hasta el siglo XX cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación Profesional; residencias universitarias, hospitales, hospicios, la Lotería Nacional.

Campomanes elaboró un proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir. Se reorganizó el ejército cuyas Ordenanzas de 1768 también han perdurado hasta el siglo XX. Creó el Banco de San Carlos y las industrias de lujo como la Porcelana del Buen Retiro, Cristales de la Granja y trasladó la Platería Martínez al paseo del Prado.

Su poder económico se acrecentó gracias a los matrimonios entre familias de la alta nobleza, que propiciaron una progresiva acumulación de bienes patrimoniales. Aprobó el trabajo manual, así los nobles podían trabajar, antes solo podían vivir de sus riquezas. La burguesía comenzó a despuntar. Hizo que los cementerios salieran de las iglesias.

Madrid le debe su plan de ensanche, con grandes avenidas, monumentos como la Cibeles, Neptuno, Puerta de Alcalá, fuente de la Alcachofa, el Jardín Botánico, el hospital San Carlos, hoy Museo Reina Sofía, el Museo del Prado que en un principio iba a ser Museo de Historia Natural. Y otros centros urbanos de la Comunidad se beneficiaron gracias a su estilo de vida.

Cuando el rey murió en 1788 se dijo adiós al reformismo ilustrado en España.

Carlos III
Francisco de Goya y Lucientes
Museo del Prado

Carlos III, el hombre.

Se comenta que su único divertimento era la caza, a la que se dedicaba los 364 días del año, salvo el viernes santo que no se podía cazar. También se dice que este rey era: religioso, aunque expulsó a los jesuitas; ilustrado, aunque no era muy dado a leer; madrileño, aunque solo pasaba en la villa siete semanas al año.     

Se podría decir que era un sibarita. Eso sí era muy organizado y se supo rodear de ilustrados que con su quehacer le allanaron el terreno para pasar a la historia como un buen rey y como el mejor alcalde de Madrid.

Planificó su vida según las temporadas de caza: El Pardo en invierno; Aranjuez en primavera; La Granja de San Ildefonso en verano; El Escorial en otoño. Navidad y Semana Santa en Madrid.

En virtud de estos desplazamientos, los Sitios Reales ganaron en importancia, al crear pequeñas ciudades ilustradas a su alrededor. Cada una, en su estación, era el centro del poder de la monarquía y reflejaban el orden, el raciocinio y el buen gobierno de Carlos III.

No solo en lo referente a palacios, también bosques, jardines, calzadas, puentes, obras hidráulicas, núcleos urbanos. Una completa y vistosa representación del poder. 

Imagínense cada tres meses escasos, el despliegue de dignatarios y servidores que debían acompañar al rey, en su recorrido anual. Todos ellos necesitaban vivir con dignidad y esplendor. Y gracias a ese alarde de vanidades hoy tenemos una de las principales riquezas patrimoniales de la Comunidad de Madrid.


¡Carolo! ¡Carolo!






No hay comentarios:

Publicar un comentario