lunes, 27 de julio de 2020

MJ Pérez: Mar embravecido

La vida nunca es lo que uno espera. Desde bien pequeños nos enseñan a soñar, a luchar por lo qué deseamos en la vida, a alcanzar nuestras metas y a hacer planes. Nos preguntan qué queremos ser de mayores, a qué dedicaremos nuestro tiempo libre. De manera subconsciente nos educan para que busquemos una senda y nos aferremos a ella. Lo hacemos sin cuestionarnos nada.

 

Cada uno elegimos nuestro camino (no el mismo para todos, claro) y debemos seguirlo como si no hubiera nada más. Como si fuera nuestro destino. Sin embargo, el trayecto que nos llevará desde el Punto A al B no es llano. Ni mucho menos. Sabemos qué habrá piedras, pero no dónde aparecerán, o si quizás sean hoyos, o árboles caídos que nos dificulten continuar.

 


Hay personas cuya resistencia está por encima de todo eso. Despejan el suelo de rocas, esquivan agujeros y saltan troncos. Saben enfrentarse a los imprevistos. Sin embargo, no todos los seres humanos funcionamos de la misma manera. Nuestra mente no es una réplica de la que tenemos al lado. Lo que para unos es un camino, quizás para otros sea un laberinto de espinos o un mar embravecido. 

Las personas que tienen problemas de ansiedad entenderán muy bien esta alusión. Porque sentimos que estamos en medio del océano esquivando olas que parecen querer apartarnos de nuestro destino y nos hacen perder el control. Cada ola es un pensamiento, la esquivamos con un salto, pensamos que volvemos a estar a salvo, pero cuando menos lo esperamos aparece otra justo detrás. No descansamos la mente, no dejamos de reflexionar, y tendemos a compararnos y salir perdiendo. A quedarnos anclados en el obstáculo, no en la solución.

 

La incertidumbre nos aniquila. Y muy pocos nos entienden. Lo que para otras personas es sencillo para nosotros es un mundo, ellos piensan que con dejar de pensar en algo en nuestro cerebro desaparece, que con racionalizarlo, lo superamos. Para nosotros no es posible. No funcionamos así. Por eso pido comprensión, paciencia y cariño.

 

Porque no es tan fácil controlar un mar embravecido.


 © M. J. Pérez


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