El viaje
acabó en el único satélite artificial de todo el sistema Rakata. En la
mismísima Fragua Estelar.
Fue
allí, en su mismo núcleo, donde me enfrenté a Darth Malak en lo que sin duda
fue algo más que la batalla final. Algo más allá del duelo a muerte entre un
maestro y su antiguo aprendiz.
Fue
allí, al encontrarme sólo cara a cara con Malak, cuando resurgió en mí todo el
poder que había permanecido latente en mi interior. Una mezcla de sentimientos
encontrados, presentes y pasados, vinieron a mi mente.
Pude
darme cuenta entonces de hasta qué punto estaba en sintonía con la Fuerza.
Sentí todo el torrente de poder que había tenido cuando era Darth Revan
recorriendo mi cuerpo. E incluso más que entonces.
Un poder
ilimitado.
Pero en
esta ocasión no dejaría que fuese el poder el que me controlase. Porque en esta
ocasión lo utilizaría para un fin muy diferente.
Ni
siquiera ahora el gran Lord Sith en que se había convertido mi antiguo
aprendiz, con su gran dominio del lado oscuro, pudo hacer frente al poder más
puro de la Fuerza. Por eso el lado oscuro jamás vencería sobre la luz. Mientras
que el lado oscuro se alimenta del poder procedente de la destrucción y del
odio, el lado luminoso lo hace de los sentimientos más básicos, pero más
intensos, el amor y la compasión.
Fue en
la Fragua Estelar donde Malak murió. Fue allí donde los Jedi destruyeron la
Fragua Estelar por completo y aprendieron de sus errores. Los Sith habían sido
finalmente derrotados. La República había vencido y la orden recuperó a su Jedi
pródigo. La gente volvía a confiar en sus salvadores.
Para
ellos todo había acabado, la República volvía a gobernar la galaxia y los
guardianes de la paz estarían vigilando muy de cerca.
Sin
embargo, yo conocía la verdad.
Los
verdaderos Señores Sith aún no habían hecho acto de presencia.
Aguardaban
en silencio, al acecho.
Darth Sion, un lord
Sith que acumuló tanto odio en su interior que todo su sistema celular estaba
completamente muerto.
Darth
Traya, mi primera maestra. Una anciana manipuladora y muy sabia. Era muy hábil
a la hora de apreciar las debilidades y flaquezas ajenas y usarlas en su propio
beneficio.
Y el más
temible de todos, Darth Nihilus. Un monstruo que para vivir necesitaba
alimentarse de la Fuerza viviente. De seres, e incluso de planetas enteros.
Un poder
supremo.
Un gran don.
Una
terrible maldición.
Yo era
el único que conocía sus debilidades y el único que podía acabar con ellos
antes de que aterrorizasen y gobernasen de nuevo la galaxia.
Dejé
todo lo que quería atrás, a todos mis amigos, y decidí iniciar, en solitario,
el viaje que me llevaría hasta los confines del espacio conocido y más allá,
para hacer lo que debía hacer. Para proteger a todo aquello que amaba.
Para
cumplir con mi destino, pues yo soy REVAN.
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Bastila.
Ella
siempre supo que yo nunca seguí los caminos de los Sith buscando un poder mayor
para gobernar. Simplemente no estaba de acuerdo con los métodos y la filosofía
Jedi. Estaban enfocando la forma de ver los problemas erróneamente y,
únicamente, busqué un método alternativo. No podía afrontar los problemas con
tanta pasividad como lo hacían ellos.
Los Jedi
más sabios como Vandar lo intuían, por eso querían capturarme con vida y no
matarme. En el fondo sabían que no era un Sith.
No seguí
el camino de los Sith, pero tampoco el de los Jedi.
La única
verdad es que siempre seguí el camino que creía que era el correcto. Mi camino.
El camino para proteger a quienes amaba.
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Aclaración_/***/_
Revan
dejó atrás a su amor, Bastila, y a todos aquellos que le siguieron y confiaron
en él, al poco de destruir la Fragua Estelar. Según Bastila, Revan tuvo una
visión impactante al matar a Malak en la Fragua, y por la cual decidió comenzar
su nuevo viaje.
Vio como dos hermanos, no de sangre sino de vínculo,
luchaban en un planeta de lava. Dos Jedi. Pudo sentir la ira, el odio y la
confusión en uno de ellos y el dolor, la tristeza y la pena en el otro. Al
final uno de ellos cayó víctima del sable láser de su hermano, y se desplomó,
herido de muerte.
Ese dolor y sufrimiento, esa ira y sed de venganza se
extendió a todos los planetas y a todos los seres que en ellos habitaban.
Entendió que, al final, los Jedi que no tuviesen un corazón puro, aquellos que
ansiasen algo más allá que mantener la paz y el equilibrio, traicionarían a
cualquiera por un poder superior.
El poder del lado oscuro. El poder de los Sith, y lo
usarían para amoldar la galaxia a su gusto e ideales.
No podía permitir que los Sith viviesen para transmitir
sus enseñanzas. La única misión que Revan tenía, su única obsesión era la de
acabar con todos los Sith.
Para ello viajó allí donde ningún otro ser de la galaxia
se atrevió siquiera a acercarse. Más allá del borde exterior. Más allá del
planeta Zonama Sekot.
Donde la oscuridad y el infinito harían enloquecer al más
valiente. Allí donde se decía que moraban los señores oscuros.
No se volvió a saber más de él.
Si Revan consiguió o no su objetivo es difícil de decir,
ya que la galaxia nunca dejó de estar acechada por las sombras que esperaban
pacientemente el momento oportuno para actuar. Pero lo que sí está claro es
que, para que existieran esas sombras, debía haber una luz detrás de ellas con
una intensidad sin igual que las provocase.
Se dice que, en las noches más serenas, los maestros más
poderosos de la orden pudieron sentir cómo, más allá de las titilantes
estrellas que pueden verse en la noche, aparecía una increible concentración de
energía que emana de un único ser vivo. Comentan que, de no ser por la lejanía
de esa energía, aquel ser emisor de semejante cantidad de energía sería el
punto de ruptura central de toda la galaxia conocida. Sería el corazón de la
misma.
Aunque, por supuesto, la mayoría asegura que no hay nada
en el universo capaz de ser el único punto de ruptura que gobierne todo lo
demás.
Ningún maestro se aventura a especular sobre la
procedencia de la extraña fuente de energía, pero en la mente de todos ellos
aparece un único nombre gritado en silencio.
Revan jamás será olvidado.
En especial por un par de humanos que viven tranquilamente
en el pacífico y bello planeta Deralia. Dos que todas las noches miran al
cielo, como buscando algo perdido en el mar de estrellas.
Bastila y su pequeño hijo, Erevan.
Nacido pocos meses después de la marcha de Revan, y por
el cuál Bastila decidió, casualmente, dejar la orden cuando los maestros Jedi
la preguntaron por la identidad del padre.
----*** FIN DEL REGISTRO. Archivo 3129-zt67 clasificado y
almacenado en la sala de Holocrones del Templo Jedi en Coruscant ####___***
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Fanfiction basado en Darth Revan, personaje de Star Wars:
Caballeros de la Antigua República.
© José Carlos Carretero
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