sábado, 3 de diciembre de 2022

Amantes de mis cuentos: Los chicos de mi pueblo

 

Paul Cézanne 1893
Cuadros como este ayudaron a tender un puente entre el Impresionismo y el Cubismo.


A Bruno, desde niño, le gustaba comer la fruta acompañada de pan. Según la temporada, así la fruta. Le fascinaba la manzana tanto como a Adán que no fue capaz de resistirse a ella; tanto como a Rembrandt que las plasmó tan ricas y apetitosas en un lienzo; tanto como ese cuadro de Cézanne que impresiona solo con verle.

Era tal la deliciosa sensación que experimentaba en el momento de merendarla que hacía de este acto un verdadero ritual. Aspiraba su fragancia y recitaba el poema «La rosa del jardinero», porque según él había una relación botánica entre la manzana y la rosa. Luego la frotaba en la manga del jersey para que aflorara el palpitante tono de su piel, que unas veces era rojo, dorado o verde. Por fin llegaba el momento de darle el primer mordisco y dejar fluir el dulce jugo por su garganta, mientras la masticaba bien despacio.

Y llegaba la hora de dar su paseo vespertino. Por el camino se encontraba con los cuatro amigos de toda la vida y echando una parrafada llegaban al bar para jugar a las cartas.

Hay manzanas de todo tipo, las de toda la vida y las que han inmigrado, eso se lo dijo Bruno a Gervasio que tenía un terreno plantado de manzanos. A ese terreno se le llama pomarada, que deriva del latín poma que significa manzana, aclaró otro. A Gervasio de donde derivara el nombre le tenía sin cuidado, pero que sus manzanas fueran las mejores de su pueblo, hacía que se sintiera como un pavo real enseñando su abanico.

Aquel día el hijo del tabernero, que estudiaba en la capital, presumiendo de idiomas dijo:

−«An Apple a day keeps the doctor away».

−En cristiano −pidieron los cuatro.

−Que una manzana al día mantiene al doctor en la lejanía.

−Tiene razón el refrán. Trae más vino.

Se miraron entre sí y alzando las cejas susurraron:

¡Estos chicos de ahora no son como los de antes!



© Marieta Alonso Más

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