Vihuela de arco y vihuela de péñola |
El
título sugiere algo muy extenso. No os asustéis. Pretendo que esta sea una
breve historia del cuento. Se dice que apareció como una necesidad del ser
humano de conocerse a sí mismo, y a la vez de darse a conocer. Seres y cosas,
tanto reales como imaginarias, caben en todo relato.
¿A quién no le gusta que le
cuenten cuentos, anhelos, amores, chistes?
Llama
la atención que la palabra cuento que etimológicamente proviene de “contar”,
del latín computare, plantea en la literatura española un problema
terminológico. En las antiguas narraciones castellanas no se solía encontrar la
palabra cuento, leíamos fábula, apólogo, proverbio. Más tarde, se empezó a
utilizar para las narraciones cortas de tono popular y carácter oral, también
para anécdotas y refranes.
En
el Romanticismo se empleaba para las narraciones versificadas o en prosa de
carácter popular, legendario o fantástico, aunque también para éstas se usaba
la palabra leyenda, balada.
Hoy
cuento se designa a la narración corta con dos términos diferenciados: cuento
popular y cuento literario.
El
cuento popular pertenece al folclore, al lado de las coplas, de los romances.
Se transmite oralmente, es anónimo y tiene un carácter viajero. La palabra
desnuda fue el único vehículo de transmisión del saber del pueblo y todavía
hoy, en muchos lugares, conserva su fuerza.
Pero,
el cuento literario antes del siglo XIX era un “género menor”. Es a partir de
ese siglo cuando el cuento literario será creado, en forma escrita, por un
autor con nombre y apellidos. Otras diferencias radican en la originalidad, el
enriquecimiento temático, la intención, la libertad de creación, la limitación
a una extensión corta, la necesidad de que provoque. El primer elemento esencial
de este género es la síntesis. Julio Cortázar define la significación, la
intensidad y la tensión como los tres elementos sustanciales del buen cuento
literario.
Se
ha dicho que el fondo más rico y antiguo de la cuentística universal hay que
situarlo en la India. Los cinco libros del Pantchatantra reúne la más
importante colección india de cuentos, fábulas, apólogos y moralejas. Es
difícil precisar la fecha en que se hicieron. A principios del siglo VI d. C.
ya existía esta obra. Su difusión se inicia en el siglo X, mediante tres vías
principales:
Músicos de corte en las Cantigas de Alfonso X el Sabio. |
·
Traducidos al persa y al árabe fueron
llevados por los pueblos islámicos de Asia, África y Europa.
· A través de Bizancio, Italia y España se
extendieron al occidente cristiano donde se transformaron y adoptaron formas
muy diversas.
·
Los budistas a su vez, los difundieron
por China, Tibet y Mongolia.
En
España un hito importante son los treinta y cuatro cuentos populares redactados
en latín en la primera mitad del siglo XII, por el judío español José Sefardí.
Nos
saltamos dos siglos y en el siglo XIV tenemos a tres grandes cuentistas:
Don
Juan Manuel con el Conde Lucanor
Giovanni
Bocaccio con su Decamerón
Geoffrey
Chaucer con sus Cuentos de Canterbury.
Nos
saltamos tres siglos y es el siglo XVII el que nos trae a Charles Perrault que
con sus cuentos de hadas traducidos a todos los idiomas, podemos decir que
pertenecen al patrimonio de la humanidad. ¿Quién no ha leído a Caperucita roja,
Pulgarcito, La Cenicienta, El gato con botas…?
El
siglo XIX es la época de los novelistas más importantes de la historia de la
Literatura, de la preocupación por el cuento popular y el nacimiento del cuento
literario como un nuevo género propio de este siglo.
En
Alemania tenemos a Hoffman con sus Cuentos fantásticos. Los hermanos Grimm que
con sus cuentos infantiles y del hogar consiguen una obra inmortal por su
sencillez y belleza. Son los hermanos Grimm quienes realmente inician la
recogida sistemática de la tradición popular oral, que Perrault había comenzado
en el siglo XVII.
En
Dinamarca, Hans Christian Andersen, con su Soldadito de plomo, El patito feo o
La reina de la nieve.
En
Francia el maestro indiscutible es Guy de Maupassant. Otro fue Prosper Merimée
que escribió entre otros “La toma del
reducto” del que se ha dicho que es una obra maestra en intensidad.
Desde
Rusia nos llegó A.S. Puschkin. Iván Turgueniev. León
Tolstoi (1828-1910) autor de La muerte de Iván Ilich y de Cuentos para niños,
adoptados como libros de lectura en las escuelas rusas. Antón Chéjov
(1860-1904) del que se llega a afirmar que es el supremo maestro del género.
Oscar
Wilde, Rudyard Kipling en Inglanterra junto con Charles Dickens y sus cuentos
de Navidad. Robert Louis Stevenson al que los nativos de Samoa le llamaban
Tasitala que significa “el que cuenta cuentos”.
En
España, Fernán Caballero, inicia la recogida de cuentos populares que luego los
arregla a su gusto. Leopoldo Alas “Clarín”, Pedro Antonio de Alarcón y Emilia
Pardo Bazán, forman la trilogía de los más importantes cuentistas españoles del
siglo XIX.
¡Adiós, Cordera! de Clarín, es uno de los más bellos cuentos de
nuestra literatura.
Cruzamos
el charco y en Norteamérica tenemos a Washington Irving, Hawthorne, Edgar Allan Poe con quien se dice nace
el cuento contemporáneo. Herman Melville con
su Moby Dick. Mark Twain y “Las aventuras de Tom Sawyer”. Ambrose Bierce autor de “Cuentos
de soldados y civiles”.
Y
llegamos al siglo XX, donde el cuento literario alcanza la madurez y evoluciona
al mismo tiempo. Se puede afirmar que todos los narradores importantes de este
siglo cultivan el relato.
Al parecer los escritores hispanoamericanos
encuentran en este género la forma idónea para manifestar el mundo que les
rodea. Tenemos a Juan Rulfo, mejicano, y su “Pedro Páramo”; el cubano Alejo
Carpentier que la crítica considera uno de los escritores fundamentales del
siglo XX. No podía faltar en esta relación el argentino nacido en Bélgica,
Julio Cortázar: Uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo.
Jorge Luis Borges que nunca escribió una novela.
Ana
María Matute dijo en una ocasión: “Yo entré en la literatura a través de los
cuentos. Para mí el cuento es un elemento literario importantísimo. Tan
importante como la prosa, como la poesía. No es literatura menor, hay
literatura buena o mala y nada más”.
Mi
pasión por las letras me ha llevado al cuento y los cuentos me han traído hasta
aquí. A veces me pregunto el porqué de esta necesidad de contar. A lo mejor lo
que me gusta, lo que me maravilla de ser una contadora de historias es que, a
diferencia de la vida real, sobre un papel puedo cambiar el llanto en risa, los
achaques en salud, una mañana triste por un día placentero, un desencuentro
amoroso en una pasión sin límites.
Tengo
la suerte de tener a mi vera a María Ramírez, profesora de francés de este
Centro que con su generosidad y amabilidad ha traducido al francés tres de mis
cuentos. Gracias a ella y a sus alumnos podremos escuchar la musicalidad de las
palabras en dos idiomas diferentes. El español y el francés. Los dos son
lenguas romances y nos contarán el mismo cuento.
El
primer cuento se titula “Idiomas”.
El
segundo: Sirenas
El
tercero: Un gato con ínfulas
Dicen
que...
“Los buenos cuentos siempre se repiten”
Músicos de rabel y laúd |
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