La luz del sol se esconde entre las nubes
fundiéndose en un violeta-malva-azul intenso.
Sentada en este banco de madera,
vuelvo a pensar en ti con la misma distancia
que la luna y el sol se conceden cada día.
Un pico picapinos me alerta y dejo atrás
las ensoñaciones de
un pasado cercano.
Recuerdo tus ojos amables y mis pies vagabundos
jugando a ser niños en aquella noche de verano.
El mundo gira rápidamente y los días quedan congelados.
Un pensamiento fugaz
me atraviesa el alma.
Traspaso la fría puerta de la tormenta
mientras me calzo mis cómodas zapatillas.
Desde aquí contemplo las posibilidades infinitas
estrellándose sobre un universo con olor a menta.
© Sol Cerrato
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