Hacia 1935 se patentaron muchas
plumas provistas de esferas diminutas que transportaban la tinta de un cartucho
al papel. Sin embargo, no habían dado con la fórmula apropiada, pues si la
tinta estaba muy diluida manchaba el papel, y si estaba muy espesa, la punta se
taponaba.
Un día el editor de un
periódico, de nacionalidad búlgara, Lazlo Biro, pidió ayuda a su hermano Georg
que era químico y se puso a diseñar un bolígrafo. Pensaron que la tinta fluyera
por capilaridad en vez de por gravedad, pero el mecanismo tenía fugas.
Así que fueron a hablar con
Marcel Bich, fabricante francés de piezas para lapiceros mecánicos y plumas
fuente, para perfeccionarlo. Bich se interesó y aceptó la concesión de la
patente para Europa dedicándose a descubrir sus cualidades y defectos.
En 1949, Bich lanzó a la
venta una pluma barata de mango hexagonal y plástico transparente que escribía
con suavidad y no manchaba ni se atascaba.
Y con mucha picardía se percató que
su apellido sonaría mal entre los clientes de habla inglesa y le quitó una
letra.
Desde entonces… ¿Quién de
nosotros no ha tenido un boli Bic en sus manos?
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