Durante la Segunda Guerra
Mundial, la compañía General Electric se lanzó en busca de un sustituto del
caucho, con la esperanza de crear un material utilizable en botas y neumáticos para militares.
Cierto día, el ingeniero químico, James Wright mezcló aceite de
silicona con ácido bórico en un tubo de ensayo y vio que el compuesto se
transformaba en un polímero viscoso. Con la sustancia en la mano, la arrojó con
fuerza sobre la mesa y rebotó como si fuera de goma. Los científicos de todo el
mundo no le encontraron utilidad.
Quedó en el olvido.
Otro científico descubrió una
sustancia de propiedades muy similares y la patentó en 1947. Con posterioridad
una muestra del compuesto llegó a las manos del asesor de marketing Peter
Hodgson, quien la llamó “masilla tonta”. Consiguió un préstamo, compró un lote
de masilla, llenó con ella unos envases de plástico en forma de huevo y los
vendió como juguete.
Con el tiempo no solo ha
servido para jugar, también en forma de pelota se utiliza en clínicas
fisioterapéuticas para ayudar a los pacientes a fortalecer músculos y aumentar
la movilidad de las articulaciones.
Y usted ¿para qué la utiliza?
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