Blog literario de Francisco Martínez Bouzas |
LA MUERTE EN VENECIA
Thomas Mann
Traducción de Juan José del Solar
Edhasa, Barcelona, 192 páginas
(Libros de siempre)
El gran maestro de Thomas Mann (1875-1955) fue sin duda Goethe. El mismo escritor era consciente de que compartía con Goethe muchos rasgos, no solo ideológicos, sino también en el terreno de la escritura. Como pensaba su maestro, Thomas Mann consideraba que su obra encarnaba el arte, la literatura y quizás la esencia de la misma Alemania. Así pues, una existencia simbólica como dijo Goethe refiriéndose a la suya. Seguramente ninguna de sus obras como La montaña mágica, escrita en el período de entre guerras, representa tan bien ese ideal al que aspira Thomas Mann. Mas también Carlota en Weimar o El surgimiento del «Doctor Fausto»: novela de una novela se acercan al mismo. Thomas Mann escribió así mismo obras, a primera vista, menores que, sin embargo, entraron con todos los honores en la historia de la literatura de todos los tiempos. Entre ellas, Der Tod in Venedig (1913), traducida a los idiomas más importantes del mundo. Una pieza narrativa, más allá de su trama, rebosante de simbolismo que dio y sigue dando origen a interpretaciones muy variadas y que sería un error centrarlas exclusivamente en el homoerotismo ya que entonces la novela perdería una buena parte de su substancia.
La novela desarrolla una acción aparentemente mínima, y concentrada en dos personajes: Gustav Aschenbach, un importante escritor alemán, y un adolescente polaco, Tadsio, miembro de una noble familia polaca. Aschenbach, demasiado comprometido con su obligación de crear, excesivamente ocupado con los deberes que le imponía su ego y el alma europea, jamás había tenido la tentación de abandonar Europa. Un día decide viajar, pero no lo hará demasiado lejos. Lo hace con rumbo a la ciudad croata de Pola, y desde allí se traslada a Venecia, una urbe dotada de una gran fuerza de atracción para una persona culta.
Instalado en un hotel, observa entre un grupo de polacos, a un joven absolutamente hermoso, con una cabeza con un atractivo sin igual: la cabeza de Eros. Es Tadsio. La fascinación que siente Gustav Aschenbach le fuerza, en los espacios del hotel y de la playa, a observar de forma compulsiva al joven y a seguir no pocas veces su rastro a través de la ciudad.
La acción narrada en la novela se reduce prácticamente a eso, con un final trágico: la muerte del escritor, incapaz de abandonar una ciudad envuelta en un hedor pútrido de mar y pantano y apresada por la peste.
Con todo, lo verdaderamente interesante de la obra de Thomas Mann es el drama interior de Aschenbach: la lucha que en su intimidad se produce entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre el rigor intelectual y la estoica disciplina moral del escritor. el “delicado gozo sensual” y el amor que consume al respetable escritor, a pesar de que esa atracción sensual y amorosa se mantiene siempre en un plano intelectual o platónico, sin tan siquiera atreverse a hablarle al hermoso adolescente, a pesar de sus deseos.
El contenido de una trama tan sencilla y mínima no agota, sin embargo, los valores de una pieza rebosante de referencias simbólicas. Lo que primero distingue Aschenbach es el arquetipo platónico como modelo primordial de toda hermosura. A pesar de ello, la presencia de Tadsio y el deseo truecan su visión de la vida, de la cultura y del arte. Los ideales intelectuales dejan paso al mundo de las sensaciones y de los sentimientos, hasta llevar al protagonista a su fatal destrucción, uno de los grandes leimotiv en la narrativa de Thomas Mann.
La ciudad de Venecia aparece dibujada con perfiles expresionistas, con trazos grotescos y decadentes que reflejan una urbe insalubre, transitada por la muerte, tras las máscaras de un falso esplendor. Todo eso anuncia la peste de cólera que, de forma sigilosa, está atenazando a la ciudad. En la novela está así mismo presente el motivo del viaje, tan frecuente en la literatura, si bien Thomas Mann transforma ese aprendizaje que nos puede proporcionar la experiencia viajera, en algo totalmente distinto de los que se persigue en obras como la Odisea o Los viajes de Gulliver, ya que el único final posible de la búsqueda de Aschenbach es la muerte. La muerte en Venecia es pues una sátira profunda, desarrollada con gran maestría formal, en la búsqueda de los ideales clásico, una crítica de la sociedad decadente de la época en que fue escrita la novela y una apuesta por un futuro centrado en el amor y en el arte.
Fragmentos
"Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello, la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.”
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“Sus nervios acogían ansiosos los lánguidos tonos, las melodías sentimentales y vulgares, pues la pasión paraliza el sentido crítico y recibe con delicia todo aquello que en un estado de serenidad se soportaría con disgusto”.
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“A veces permanecía en la arena, con los miembros extendidos; la sábana envolvía su delicado cuerpo; el brazo, suavemente modelado, descansaba en el arenal, con la barbilla apoyada en la palma de la mano. El muchacho llamado Saschu, sentado junto a él, lo contemplaba sumiso, y nada más seductor cabe imaginar que la sonrisa de labios y ojos con que él miraba enaltecido al otro, al admirador, al servidor. Su cabello, rubio, de miel, se adhería en los rizos húmedos a sus sienes y a su cuello; el sol hacía brillar el vello de la parte superior de la espina dorsal; se destacaban claramente bajo la delgada envoltura el fino dibujo de las costillas, la uniformidad del pecho. Sus omóplatos eran lisos como los de una estatua; sus rótulas brillaban y sus venas azulinas hacían que su cuerpo pareciese forjado de un fino material traslúcido. ¡Qué disciplina, qué exactitud de pensamiento expresaba aquel cuerpo tenso y de juvenil perfección!”
(Thomas Mann, La muerte en Venecia)
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