lunes, 30 de noviembre de 2020

domingo, 29 de noviembre de 2020

Cristina Vázquez: Tiempos dulces


Fueron tiempos dulces, tiempos de esperanza en los que las luces de septiembre se dilataban en atardeceres rojizos. Saboreábamos las horas sin prisa, mirando la plenitud de las viñas como un reflejo de nuestros sentimientos. Sólo presentíamos futuros luminosos.
¿Quién nos lo iba a decir?, querido mío, que casi medio siglo después estaría sentada en la misma veranda con otras sillas más confortables y feas, acordándome de ti con igual emoción y una nueva nostalgia.
Te escribo a sabiendas de que esta carta probablemente no llegará nunca a su destino, pues ni siquiera sé si aún vives. Pero necesito recordar, compartir contigo la plenitud, el brillo de esos días para descargarlos del horror del que luego se llenaron.
Mi recuerdo empieza en esos veranos de niña solitaria en casa de mi abuelo, solos los dos con la mujer que me cuidaba. Fue un tiempo único con sus luces y sombras, imborrables para mí. Mi madre me llevaba en tren hasta la estación anterior al pueblo donde él vivía, ella nunca iba pues su padre le había prohibido volver. Jamás me dijo el porqué.
—Manías del abuelo, ya sabes cómo es —me confesaba con risueño pesar.
En esa pequeña estación me esperaba Isidro, antiguo militar que era el chofer y acompañante de mi abuelo y me llevaba, entre bromas repetidas, a la casona señorial que dominaba el valle de los viñedos. Se llamaba el Dominio de Adaraja —luego supe que esa palabra significa grieta—, y en el pueblo, en voz baja, lo llamaban el del viejo cabrón. Y ése era mi abuelo, un adusto campesino enriquecido en las Américas que se hizo con los mejores viñedos de la zona, caserón incluido, que pertenecieron a la familia de la Torre, antiguos señores arruinados por malbaratar durante años su fortuna. Hoy, él podía pisotearlos después de haber sufrido sus desaires.
—Los que malgastan que lo paguen —repetía a quién quisiera oírle con los ojos encendidos de autosatisfacción y desprecio—. Malditos inútiles los de esa familia, no sirven para nada. Que se mueran.
Como única nieta, era con la sola persona que pareció enternecerse. Recuerdo con cariño la blandura que demostraba conmigo. Que la niña haga lo que quiera, que disfrute, para eso había trabajado él. Y me llevaba subida en su caballo a recorrer caminos señalándome sus posesiones con un amor verdadero.
—Todo será para ti. Tú serás la reina de este lugar.
Al ir creciendo los veranos se me eternizaban en esa soledad y a veces, después de algún gesto mío le sorprendía una mirada angustiada. Me reprendía con brusquedad, que no hiciera eso, que no lo repitiera.
El único momento en que cobraba vida ese campo era al comienzo de la vendimia. La finca se llenaba de gente, de risas, de movimiento y desde bien chica yo participaba. Ese año de mis dieciséis, cuando te vi llegar comprendí que eras el hombre mejor plantado del contorno, fuerte, amable y con una sonrisa que iluminaba con picardía tu cara bruñida. Venías a vendimiar un poco por diversión, un poco por necesidad y porque esas cepas las había plantado tu familia. Lo contabas con gracia, sin un ápice de amargura. Y bajo esas uvas, entre risas y carreras nos confesamos amor. Fueron nuestros primeros besos y creímos que podía ser por siempre y para siempre.
La tarde que le dije al abuelo que quería presentarle a mi novio, se quedó conmovido, casi lloriqueando al pensar lo mayor que era y cómo se había escapado el tiempo entre verano y verano. Cuando se enteró de nuestras pretensiones, y de quién eras, no comprendí el arrebato de sus ojos, la indignación, los gritos y cómo juró ante la imagen de la Virgen Negra, que trasladaba con él allá dónde fuera, que quemaría todo antes de que tú o cualquiera de los tuyos pusiera un pie en sus tierras.
Al día siguiente, pese a mis lloros y protestas, me subieron al coche y sin siquiera despedirme me mandó a casa con la expresa orden de que cursara el siguiente año en el extranjero. Y así fue, me mandaron a Francia tres años, sin volver en verano. Por más que intenté saber de ti, te esfumaste. Luego me enteré de que también tu familia, previo pago de una sustanciosa cantidad, y bajo la amenaza de que quemaría lo poco que les quedaba si volvía el chico, te mandó lejos, muy lejos.
Mi abuelo murió sin que le volviera a ver, sin perdonarle su desproporcionada e incomprensible reacción. Mi amor. Me arrebató el primer amor con crueldad, pero al cabo de los años y tras la muerte de mi madre, comprendí el horror de ese hombre de que yo pudiera enamorarme de ti, pues un alma caritativa me contó el pecado, el escándalo de mi madre cuando se quedó embarazada de quien fue tu padre. Pobre hombre, qué espanto debió sentir. Hoy, vieja yo como él, reina de este lugar como era su deseo, contemplo estos viñedos que me despiertan la dulzura olvidada de esos días. Una cierta congoja se apodera de mí al recordar, pero justifico esta soledad en la que he vivido casi con alegría.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Emelina López: Non ti scordar di me


Concierto celebrado en el Ateneo de Madrid.
Centenario del fallecimiento de Giuseppe Verdi (2001)


Autor: Ernesto de Curtis. Nacido en Nápoles. Compuso cientos de canciones entre ellas OSole mio, Suena guitarra... Y junto a su hermano Giambattista, poeta, la famosa canción Torna a Sorrento.  Murió en 1937

Pianista: Alberto Joya. Pianista y clavicembalista cubano. El clavicémbalo es un instrumento de teclado antecesor del piano. 

Soprano: Emelina López. Buena amiga que me permite poner sus vídeos en este Blog. Muchas gracias 

Disfrutad

viernes, 27 de noviembre de 2020

MJ Pérez: Flexibilidad

 Hoy me gustaría enviar una carta abierta a las que están cansadas de esperar. Quiero mandar una epístola pública para todas esas grandes y valerosas personas que siguen aguardando que llegue su momento, que la vida les dé justo aquello que desean. No pretendo con estas letras hacer un argumento por el positivismo. A veces una buena actitud ayuda, pero no siempre mueve montañas a nuestro alrededor.

 

En ocasiones no tenemos más remedio que cambiar nuestros planes de vida, que hacernos a la idea de que lo que soñábamos quizás no ocurra de la manera que deseábamos y debemos rehacernos y volver a montarnos de nuevo, porque la vida no es un dulce paseo, la vida consiste en un eterno reto al que debemos amoldarnos e intentar ser felices.

 



Con todo esto no quiero decir que vuestros sueños no vayan a cumplirse y que vuestro esfuerzo y vuestra espera no tengan recompensa. Lo que me gustaría transmitiros es que no tenéis que rendiros por más que el mundo parezca ir en vuestra contra, porque todos los sueños son válidos. Pero os animo a ser flexibles, a buscar alternativas.

 

Os merecéis todo lo mejor. No lo dudéis, solo tenéis que encontrar el enfoque adecuado y luchar con uñas y dientes por él. Yo lo tengo claro, ¿y vosotras?

 

© MJ Pérez

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Macharaviaya (Málaga)

 

Macharaviaya (Málaga)


Un macharatungo llamado Alfredo Ramírez Santos nació, creció y amó este precioso lugar. Su hija, María Ramírez, en recuerdo de su padre, nos anima a visitar el pueblo de sus ancestros y conocer su historia.

Macharaviaya forma parte de los pueblos blancos de la Axarquía. A tan solo veinticinco minutos de Málaga capital, lo encontramos sobre un conjunto de colinas en forma de anfiteatro. El paraje natural que lo rodea es accidentado. Su origen árabe es incuestionable. Se trataba de un mashar hispanomusulmán o alquería. Su fundación data de 1572 y gozó de gran esplendor económico y comercial en los siglos XVIII y XIX gracias al mecenazgo e impulso de la familia Gálvez. Tanto que llegó a ser conocida con el sobrenombre de «Pequeño Madrid». Su pico más alto es el cerro de la Capellanía.

Entre los lugares a visitar cabe destacar la iglesia de San Jacinto, el mausoleo o cripta de los Gálvez, la Casa-Museo de Salvador Rueda, la Fábrica de Naipes, el templete, del siglo XVIII, así como el museo de los Gálvez y un pilar junto a una casa típica del siglo XIX.

 

La familia Gálvez

Los hermanos Matías, José, Miguel y Antonio; y también el joven Bernardo, hijo de Matías, se lanzaron a la aventura americana.

José de Gálvez y Gallardo, primer marqués de la Sonora, fue visitador del reinado de Nueva España y luego ministro de Indias del rey Carlos III.

Matías, hermano de José, fue militar y Virrey de Nueva España. El primer padre de la patria guatemalteca.

Le sucedió en el virreinato su hijo, el general Bernardo I Conde de Gálvez, que desempeñó un importante papel en la independencia de Estados Unidos, tanto que en el 2014 Barack Obama le concedió la ciudadanía honoraria de los Estados Unidos.

A pesar de su mérito y repercusión histórica de sus acciones no se le conoce mucho, aunque su imagen aparece entre las Estatuas de los Libertadores en Washington, D.C., y en Málaga se creó la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez estrechando lazos entre Málaga, Macharaviaya, Galveston, y Pensacola.  

Miguel fue embajador en Prusia y en Rusia en tiempos de Catalina la Grande, introduciendo el vino malagueño en las cortes europeas.

Y Antonio fundó el Departamento Marítimo de Cádiz y fue coronel honorario. Su hija María Rosa de Gálvez. una de las más destacadas poetas y dramaturgas de la Ilustración, da nombre hoy a la Biblioteca Municipal de Macharaviaya.

La huella de la familia Gálvez, en Macharaviaya, se reflejó en la reconstrucción de la iglesia, el impulso a la agricultura y en la instalación de la Real Fábrica de Naipes, que poseía el monopolio de este producto para su venta en América. A instancias de los Gálvez, Carlos III creó la fundación de Escuelas y Banco Agrícola de Macharaviaya en 1783, aunque esta escuela funcionaba ya desde 1776. Puede considerarse la primera escuela pública, gratuita y mixta, aunque con aulas separadas para niños y niñas, de España; anterior incluso a las primeras escuelas públicas de Madrid. El Banco Agrícola, también pionero, socorría a los labradores en apuros con préstamos a bajo interés.

En el siglo XIX la filoxera atacó los viñedos del término municipal, provocando el empobrecimiento y con ello el progresivo despoblamiento de la villa, con la consecuente emigración a otras comarcas e incluso a América. 

 

Bernardo Gálvez

Acércate a Macharaviaya

No te defraudará

martes, 24 de noviembre de 2020

Chaflán de Letras; Entrevistas

 



Moderador: Gonzalo Arjona

 

Buenas tardes. Bienvenidos de nuevo a Chaflán de Letras, aquí estamos como prometimos y vamos a hacer el primer programa. En esta ocasión vamos hablar con Marieta Alonso y vamos hablar de su libro La huella de los Adioses. He aquí algunos comentarios:

 

Juan Ángel Juristo escribió: Un libro precioso por raro. No es una novela al uso, son contadas las novelas que tratan del tema migratorio y eso que uno de cada cinco habitantes de Madrid es emigrante. 

 

Francisco Martínez Bouzas ha escrito que son historias cotidianas, pero no a ras de suelo; que del paisaje cubano con su belleza tropical nos traslada a los Campos de Castilla con su trigo amarillo y la cebada verde clara, que está repleta de sonidos, acentos y palabras del idioma común.

 

El Gato Trotero dijo: Un libro muy cuidado en su aspecto y su formato, que está hecho con mimo y dedicación, con fotos, mapas y cartas que envuelven el corazón de la novela, solo con ver y acariciar el libro una ya se siente cerca de la autora y sus personajes.

 

Quien mejor puede comentar su libro es el autor así que damos paso a Marieta

 


La huella de los Adioses es la historia de un niño de catorce años que emigra desde su Galicia natal a la zona más occidental de Cuba. No es la historia de mi familia, pero los lugares que aparecen sí son entrañables para mí. Es un homenaje a todos los que han tenido que marchar de su tierra, y han dejado atrás a los seres queridos, a esas buenas amistades que perduran y que son inquebrantables… aunque piensen de manera diferente, y un océano las separe.

Me gustaría dar las gracias públicamente a todos los que con sus palabras y ánimos me han ayudado a continuar con la fascinante y solitaria labor del escritor.

 

 

1.          José Luis Labad.

Hay dos puntos de partida en la novela: 1868 – 1981 ¿Por qué has querido situarla ahí?

 

Al ser una novela en la que los hechos históricos están presentes, no podía por menos que comenzar con El grito de Yara (1ª guerra de independencia en Cuba).  Y 1981 cuando la biznieta de aquel niño que marchó a Cuba desde su Galicia natal, regresa a España. A veces no es el escritor quien marca las pautas, es la propia novela la que te conduce por los senderos que quiere pisar.

 

 

2.          Blanca del Cerro

¿Quién diseñó la portada?

 

Pablo Aguilera San Frutos es el diseñador de las portadas de mis tres libros publicados. Es un gran creativo. La tapa de «La huella de los adioses» refleja el paso del tiempo con una foto de la iglesia de Los Palacios, el ayer en blanco y negro y el presente a color, con ese detalle de Instagram. De fondo una carta, la de una madre que escribe a su hijo y le felicita por su matrimonio. 

 

 

3.          José Carlos Peña

La huella de los Adioses habla del fenómeno de la migración. ¿Cuál es tu actitud ante este grave problema, tan actual?…

 

Es un dolor latente. Un problema de difícil solución. Soy una emigrante y no tengo con qué pagar a aquellos que me ayudaron cuando más falta me hacía.  Moralmente hay que tender la mano.

 

 

4.          Caleti

¿Si un lector o crítico te dijera que no le ha gustado tu libro?

 

Le preguntaría el porqué, y en ese debate, entre preguntas y respuestas nos enriqueceríamos los dos. Con las críticas positivas se aprende, pero con las negativas, se aprende muchísimo más.

 

5.          Julia de Castro

¿Qué te queda de Cuba, Marieta?

 

Me queda el acento, los amigos, los recuerdos, las fotografías. Y es en esas tardes de lluvia cuando siento que el país de nacimiento y el de adopción se fundieron hace tiempo en uno solo.

 

6.          Gonzalo Arjona

¿Qué nuevos proyectos tienes?

Estoy a punto de publicar otra novela que se llamará Un año en Edimburgo. Trata del asesinato de una mujer en la II Guerra Mundial. Y hasta ahí os puedo contar.

 

Ping pong

·         Una palabra que te guste del diccionario español… Guajira

·         Qué admiras en la gente… La honestidad.

·         Qué te motiva: Callejear

·         Un libro: “Corazón” de Edmundo de Amicis

·         Un autor: Anton Chejov

·         Una película: La ventana indiscreta

·         Un director: Alfred Hitchcock.

·         Libro papel o libro electrónico: Papel   

·         Una comida: Arroz congrí

·         Un lugar al que volverías: Valle de Viñales

·   Un personaje literario que te guste: El principito (Antoine de Saint-Exupéry)

·     Cómo te definirías: Alguien que lucha por sus sueños.

 

Se puede comprar en:

Internet a través de

http://editorum.es/producto/la-huella-de-los-adioses/


Casa del Libro

Calle Alcalá, 96 - Calle Maestro Victoria, 3 - Calle Fuencarral, 19

Madrid

  

Notting Hill Bookshop

Plaza Los Santos Niños, 5

Alcalá de Henares (Madrid) 

 

 

lunes, 23 de noviembre de 2020

Brújulas y Espirales: Rosy Paláu, Recuerdos que ya no existen

Blog literario Francisco Martínez Bouzas


"RECUERDOS QUE YA NO EXISTEN": ACARICIANDO LAS SOMBRAS


Recuerdos que ya no existen
Rosy Paláu
Instituto Sinaolense de Cultura, Culiacan (México), 2019, 80 páginas.

    


   Desde Culiacán (México) me llega este pequeño libro de cuentos que una gran persona,  excelente poeta y narradora, pone de nuevo ante mi asombrada mirada. Once cuentos que se suman al anterior libro de relatos de Rosy Paláu, La casa del arrayán.Y no menciono sus seis libros de poesía. Y una vez más, la escritora mexicana nos demuestra que no todo está inventado, que la creatividad humana es capaz de brindarnos, en momentos inesperados, nuevos albores con la capacidad de sorprendernos con la magia de la ficción. Quizás sean imposturas, pero en todo caso son fantásticas imposturas, si bien la mayor parte de ellas crecieron desde un territorio abonado. Desde experiencias vitales de la autora.
   Robert Lemm en la contraportada lo ha expresado con precisas palabras: “…las cosas buscan realidad en su reflejo.” Y ese reflejo se lo aporta  la creatividad de mujeres y hombres capacitados para convertir los cotidiano o la inasible en letra escrita.
  Y así, acompañados por seres constantemente en trasiego, tanto e la claridad como en las sombras nocturnas, leo los once relatos que nos brinda el ingenio y la imaginación, convertidos en palabra, de Rosy Paláu.
   En el primer relato, “Pero yo no juego”, de puro sabor mexicano, se nos habla del amor. Algo tan cálido y dulce que luego permanece en el recuerdo, de los escapularios benditos colgados de un clavo porque así cuidan más de la noche, en la que el aire pasa como la letra de una canción. Del gusto por los cuentos a los que una de las contertulias se niega a jugar a pesar de que le gustan. En el segundo relato, escuchamos tragedias ante las que hay que poner cara de sufrimiento, baños en cascadas de terciopelo, espejos en los que uno se encuentra aparecidos flotando en el humo. Pero sobre todo se nos habla de la enfermedad de Fabricio de la que quiere curarse, de la mujer deseada a las que solo puede tocar con los pétalos de una flor. Y en efecto, ya en la cama dibuja su cuerpo con una flor. Aunque esto solo sea el espejismo soñado de unas sombras ¿será esto el amor?
   Rosa, se nos dice en el tercer relato, debe irse temprano a la  casa, le repiten las almas en pena, pero ella está muy a gusto en el río mansito. Y lo mismo le ocurre en la iglesia en la que se refugia. Un relato que refleja la querencia del pueblo mexicano por los muertos, como otros de la colactánea. Los muertos que transitan entre los vivos después de fallecer. En otro relato nos encontramos con Luisa que le gustaría estar loca para que todo fuera suyo, pero lo único que quería era echarse en brazos de Cipriano que la llama desde abajo, Pero su coraje es pequeño porque cree que es pecado. Así que se acostó y la soledad se transformó en su cortina.
   Se nos pregunta en otro de los relatos: ¿Qué puede hacer el alma sin cuerpo, a ver dime? Por eso yo te invento aunque sea en la sombra. En uno de los cuentos se nos habla del vicio y las palabras escritas nos ofrecen una sabia respuesta: “El vicio es no querer irte de donde de donde no quieres”. Pero  como siempre el interlocutor no cambia sus razones y así se ventilaban las botellas.
Hay relatos como “Sitio que había soñado mucho” en los que suena la invitación de ir a juntarse con los muertos, y Manuela que dialoga con las ánimas, pero allá, en el lugar de su pláticas, apenas amanece. También el deseo ocupa una parcela en algunos de los cuentos: a María Jesús todo le huele a Mateo y “tu cuerpo-le dice- es un portal donde mi deseo se refresca”. Pero habla con él y le dice que eso se lo dijo antes de que se muriera.
    
 
                                             
Rosy Paláu
 

   Si en algo se cimientan los relatos de Rosy Paláu es en el onirismo y en ese “estar al tanto” o “saber” que domina buena parte de la cultura mexicana, del intercambio entre la vida y la muerte. En muchos de los relatos están presentes familiares o amigos que se meten en los sueños, y de los que no sabemos, a ciencia cierta, si están vivos o muertos. Relatos pues poblados de relaciones humanas entre hombres y mujeres, a veces muertos, y recuperados en los sueños; o en la realidad. El ejemplo es  ese Lázaro que desenterraron luego de estar un buen rato en la tumba. Rosy Paláu ha tenido la  acuidad y el atrevimiento de saltarse la gramática del cuento canónico. En sus relatos no hay inicio, desarrollo y desenlace. Relatos que por empezar “in media res” muchas veces son más sabrosos porque la red de dependencia mutua que se establece entre las distintas secuencias y elementos es diáfana y por eso la comprensión entre todos los elementos del discurso se mantiene. Prosa fluida, sin altibajos, sensual, emielada pero sin que nos empalague. Y también muy expresiva. Los personajes perfectamente matizados, no por abundantes descripciones, sino por lo que dicen o hacen. Y con el mismo plus añadido que siempre aplaudo: la presencia de los usos locales del español  de México que tanto enriquece el idioma común.

Francisco Martínez Bouzas

sábado, 21 de noviembre de 2020

Escaleras espectaculares: City Hall Londres (Reino Unido)




La escalera helicoidal de 500 metros, que recuerda a la del Museo Solomon R. Guggenheim de New York, asciende toda la altura del edificio del Ayuntamiento de Londres, y permite el acceso a todas las plantas.

Forma parte del proyecto urbanístico en la ribera sur del Támesis, junto al Tower Bridge y justo al lado opuesto del London Bridge.

Lleva la firma de Foster & Socios, ofrece vistas del interior del edificio, y pretende simbolizar la transparencia. Foster usó un elemento similar en su reconstrucción del Reichstag en Berlín.

Se dice que impone llegar hasta arriba.


¿Os ha gustado?



jueves, 19 de noviembre de 2020

Liliana Delucchi: El sabor de la tierra


Cuando inició su andar por el camino entre las vides dijo que no volvería. Se equivocó.
Años de vendimia bajo el sol que a veces continuaba inclemente en septiembre, con un mendrugo a la sombra de cualquier mediodía y un trago del vino que quedara de la cosecha anterior. Siempre mirando hacia la casa, aquel porche donde ella se sentaba junto a los suyos, mordisqueando un racimo que hubiese caído de la cesta, con unos ojos que parecían los del retrato del salón, aquella abuela (o bisabuela) que pintara algún artista de renombre. Oscuros, con un marco de pestañas que caía a veces como si cerrara una persiana, escapando de tanta luz.
Parece infinito el camino de pedruscos, seco y polvoriento, como si no hubiera final, como si la tierra se redondeara más para que él no pudiese ver su última etapa. ¿Cuál es? Se pregunta mientras descansa bajo una mísera sombra. Con las piernas estiradas y la cabeza contra un tronco deja el macuto a un lado y rasca la tierra, la araña, coge un poco y lo lleva a la boca. El sabor de la tierra que lo vio nacer, a la que no volverá. «El sabor de tu pelo, el de tu piel o el de tus manos. Ese que nunca probé».
Largo fue el trayecto hasta la ciudad y más aún hasta el puerto. No sabía que los barcos fueran tan grandes ni que hubiera tantos desesperados por partir. Durante las jornadas atravesando el océano el olor del mar inundaba sus pulmones y cada vez que echaban el ancla pensaba en quedarse allí. Pero no. Cuanto más lejos, mejor. Habría algún lugar más allá del horizonte con uvas esperando una vendimia. Y lo encontró.
—No te asustés por el frío ni por las montañas, gallego, el vino de acá es muy bueno. Lo vendemos en todo el país y el tano (*) está pensando en exportar. Don Giuseppe también es un inmigrante, como vos, —le dijo Remigio, uno de los capataces de aquella vasta extensión de cepas.
La comida era abundante, como la bebida y al final de la jornada, mientras el resto de los peones se reunía en torno a una fogata entonando chacareras, él intentaba escribir una carta a aquella joven de ojos oscuros y pestañas abundantes que estaría sentada en el porche de su casa. Nunca pasó del “Querida Alicia”. ¿Cómo contarle con su escaso vocabulario lo que estaba viviendo ni lo que echaba de menos contemplarla a lo lejos?
Con los años pudo comprarle al tano un trozo de tierra y tiempo después asociarse con él. Fue el mismo don Giuseppe quien con la cara demacrada y un periódico en la mano le dio la noticia. “Tu país está en guerra. Civil, unos contra otros. Porca miseria. ¿Es que nunca vamos a aprender los europeos a controlar nuestra ira? Ese viaje que pensabas hacer tendrá que esperar.”
Y esperó. Tres largos años de conflicto y uno más para dejar sus cosas en orden.
—Andá tranquilo que yo me ocupo de todo. Pero prométeme que vas a volver. Con tu mujer o sin ella; este país es ahora tan tuyo, como mío. —Le dijo su socio— Te lo has ganado porque la tierra no regala nada. —Y chocaron las copas de vino antes de abrazarse y partir Guillermo hacia la capital.
El viaje en barco fue más cómodo que el de ida, ahora viajaba en primera. Pero llegar hasta la finca tomó tiempo… que su mente llenaba con lo que le diría al encontrarla.
Todo había cambiado.
Los estragos de la guerra muestran miseria y desesperación. El hambre se ha hecho dueña de las personas y las construcciones descubren las heridas de las batallas. Sin embargo, la casa de Alicia sigue en pie. Como ella, con uniforme de enfermera y una enorme barriga que le ha dejado su marido antes de caer en combate.
—El edificio fue convertido en hospital para la convalecencia de oficiales –dice ella al reconocerlo— y yo trabajo aquí. Es una forma de quedarme.
Guillermo entra en el salón donde el cuadro de la abuela (o bisabuela) continúa, no se sabe si dando la bienvenida o mostrando su desacuerdo con los nuevos ocupantes y llama a gritos a un médico cuando se da cuenta de que la joven ya está de parto.
—Un niño precioso. Sano y fuerte —dice el doctor mientras se lo entrega a su madre.
—Os llevaré conmigo —murmura Guillermo contemplando la cara del bebé. Al besar el pequeño pie que asoma bajo la manta, no puede evitar sentir el sabor de la tierra.
(*)Tano: forma coloquial de llamar a los italianos en Argentina.