lunes, 3 de mayo de 2021

Amantes de mis cuentos: Enfoque familiar

 


 

Nació en el Hierro, una de las siete islas canarias. Su madre le llamó Airam por si podía tomar toda la fuerza, el coraje, el ánimo de un olvidado guerrero guanche y así equilibrar lo flojo que resultó ser su padre a la hora de trabajar.

De niño, prometía, pero se echó a perder en el camino y en vez de trabajar los campos de sol a sol iba de un pueblo a otro imitando a los juglares de épocas pasadas y cobrando la voluntad.

La pobre mujer cayó en una depresión. Toda su vida afanándose, con unos deseos de superación increíbles y se encontraba en su vejez trabajando sin parar para mantener a los dos hombres de la casa. A Dios rogaba por su hijo, el padre no tenía remedio.

Y un día, las tornas cambiaron… 

 

En verdad, si soy sincero, no tenía pensamientos de matarme a trabajar, pero en honor a mi madre, que la había visto llorar noche tras noche mientras lavaba y planchaba ropa ajena, decidí escribir mis andanzas y enviarlas a una revista de viajes. Como la fortuna me persigue, los relatos fueron un éxito, se vendían como la espuma. Varias editoriales comenzaron a acosarme y elegí a la que mejor pagaba. Tras una lluvia de premios fue imposible salir a la calle sin escolta. Mi fama superaba todo lo imaginable y mi cuenta corriente engordaba cada día.

Mi madre dejó de llorar. El orgullo se le salía por los ojos. Así que en mi fuero interno comprendí que era impensable dejar de trabajar al menos hasta que la pobre muriese. No iba a ser yo, su único hijo, el que le diera tamaño disgusto. Mi padre, en cambio, que nunca sintió aprecio por mí, ni antes ni ahora, hace su agosto cobrando a mis espaldas por cada dedicatoria que solicitan mis fans. 

 

   © Marieta Alonso

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