sábado, 11 de marzo de 2023

El drama de Vincent van Gogh



Se dice que fue un ardiente predicador que le dio por pintar paisajes que nadie compraba y que por último, se suicidó. Se dice que los entendidos de su época no supieron reconocer al genio que tenían ante sus ojos. Se dice que pintaba todo lo que tenía a su alcance, como sus zapatos viejos e hizo más de cuarenta autorretratos porque no podía pagar una modelo.

Vincent era todo lo contrario de un académico. Que en aquel entones había docenas de pintores que eran mejores dibujantes y coloristas, puede. Pero su entrega, esa espontaneidad de volcar sobre el lienzo su corazón, su alma, su torturada mente, lo ha hecho único.

Solo vendió un cuadro de los más de mil seiscientos que realizó. En cambio, hoy, en Amsterdam, tiene un museo dedicado exclusivamente a su obra.

Su período creativo duró diez años. La única persona que creyó en él fue su hermano Theo que intentaba comprenderle y lo protegía. Su sobrino ha dicho de él que pintar debió ser para su tío una defensa contra su agitación interna. Dominar su ansiedad le costaba gran esfuerzo. Su tenacidad le brotaba de lo más profundo porque el mundo exterior le brindaba escaso apoyo.

El arte y la religión fueron sus dos grandes obsesiones. Estudió pintura en Bélgica y Holanda. Estuvo en La Haya donde trabajó para una casa de marchantes de arte, luego se fue a Londres, a París, se trasladó a Arles, en el sur de Francia. Pintar, pintar, pintar y tras esa explosión de energía creadora sufrió su primer profundo quebranto de salud. Discutió con Paul Gauguin que le había ido a visitar. Se cortó parte de su oreja derecha y la mandó a una prostituta. Marchó a Auvers-sur-Oise, y allí en un mes de julio se disparó en el pecho.

Escribió numerosas cartas a Theo. En algunas de ellas volcaba su sentir a la hora de plasmar sus ideas ante el caballete, como en:

Autorretrato ante el caballete: «No es fácil pintarse uno mismo. Se busca una semejanza más profunda que la del fotógrafo».

Arles y sus lirios: «Un pueblecito rodeado de campos cubiertos de flores amarillas y púrpura; como un sueño japonés. El tema era muy bello y tuve dificultades para resolver la composición».

Rama de almendro en flor: «Hubiera preferido que Theo le pusiera al chico el nombre de mi padre y no el mío. He empezado a pintar un cuadro para que lo cuelguen en su alcoba: grandes ramas de capullos blancos de almendro contra un cielo azul».

En una ocasión escribió:

«He andado por esta tierra durante treinta años y quisiera dejar algún recuerdo, por pura gratitud».

 


Gracias Vincent


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