Es una especie de hábitos
diurnos en invierno y se va haciendo nocturna en el verano. Tímidos y tranquilos,
tienen un gran olfato y oído. Además, están dotados para andar entre rocas y
saltar por paredes casi verticales o incluso hielo.
La característica más visible
de la cabra montés radica en los grandes cuernos lisos, orientados hacia atrás
de los machos, las hembras disponen de una cornamenta menos espectacular, la
cabra montés es algo mayor que la
domestica, el macho pesa poco más de setenta kilogramos y la hembra poco más de
treinta, pero sus cuernos son muchísimo más grandes, en ocasiones superan los
ochenta centímetros.
Su pelaje varía durante el
año para mimetizarse con el medio, aunque el vientre suele ser más claro que el
resto del cuerpo. El macho adulto luce
una gran barba, y cabeza de perfil recta. No tiene lacrimales, ni glándulas en
las pezuñas; la cola es corta, las orejas rectas y muy estrechas y la piel está cubierta de pelos rígidos y
una especie de lanilla.
Es un animal que vive en colectividad, pero los
machos y hembras se agrupan por separado.
Las hembras forman una manada con las crías sin los machos adultos. Sólo
en otoño, durante la temporada de celo,
se juntan ambas manadas; es entonces cuando los machos dominantes pelean por las hembras a golpes de
cornamenta.
La gestación dura unos cinco
meses y la época del parto es entre abril y julio. Tienen entre una y dos
crías, a las que amamanta hasta los seis meses de edad.
Su dieta es a base de hierbas
y vegetación de verano. En invierno se alimentan de musgos, líquenes, arbustos.
Tanto en verano como en invierno se alimentan de arbustos y coníferas. Viven
entre 15 y 18 años.
En España la cabra montés se
considera una especie vulnerable: sólo quedan unos cincuenta mil
ejemplares. Están presentes en su mayor
parte en sierra Nevada, Gredos, Las Batuecas, los Puertos de Morella, serranía
de Cuenca, sierra de Cazorla…
No obstante, gracias a las medidas de protección, parece que se ha conseguido una cierta recuperación de la especie. En la actualidad estos animales carecen de depredadores naturales.
La leyenda de «El león y la cabra»
Una vieja cabra aburrida y
con ganas de divertirse daba cabriolas, disfrazada con la piel de un león. Su
vanidad subía por los cielos al ver cómo las dulces ovejas huían despavoridas,
presas de terror, y las ardillas trepaban a las ramas más altas de los árboles,
chillando a más y mejor. Hasta el zorro se ocultó en su madriguera, observando
con sus relucientes ojos.
¡Los he engañado a todos!, pensó
con alegría la cabra y dio otra voltereta de contento. ¡Qué astuta soy!
De pronto, hubo un gran
alboroto en el bosque cercano y un imponente león apareció en el claro. Se
detuvo un instante, inmóvil, observando las cabriolas de la cabra, que seguía
dando saltos sin percatarse del peligro.
El león resopló, abrió sus
mandíbulas que parecían una caverna. Sus dientes brillaban con crueldad y su
lengua se paseaba sobre sus quijadas. Luego, lanzó un bramido ensordecedor.
La cabra dio un salto y
dejando caer su disfraz, se alejó corriendo hacia el bosque, presa de un pánico
indescriptible. El silencio inundó la zona. El zorro contuvo la risa, pero bien
que se cuidó en no hacer ruido. El auténtico león volvió a mirar de un lado a
otro y con su andar pausado y portando valores como el poder, la fuerza, la
dignidad se dirigió hacia una zona de agua. Tenía más sed que hambre.
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