miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ramón L. Fernández y Suárez: Correspondencia peligrosa


Ma  chérie  SOLANGE:

Anoche, al desprenderme de tus labios perdí el aliento que me anima. Desde hace algunos meses vivo del olor que dejas en mi boca, boca sedienta a todas horas de tus ardientes libaciones. La súbita aparición del hombre que te ata impidió el ansiado estertor que el entusiasmo nos regala. Ya sé que él constituye una presencia necesaria, pero no por ello acepto en mi interior aquello que la sociedad impone.

Nadie como tú ha colmado mis expectativas en todos los aspectos. Cuan hermosas serían nuestras noches si pudiéramos compartir el lecho en la absoluta libertad que demandan nuestras ilusiones. Sí, te debes al hogar donde tus hijos crecen felices, ajenos al sacrificio de tus frías noches solitarias…

Acepto, pues, este ingrato envite del destino: Amante en la trastienda, discreto juguete de tus horas muertas.

Rompe ésta y recibe un gran beso enamorado. Aplícalo a aquella parte de tu cuerpo al que prefieras corresponda.

                                         Tuyo siempre.
                                                                         ARMAND




Tras recibir el sobre de manos del portero, Mme. Blanchard subió las escaleras y entrando en casa se encerró en su gabinete. Antes de ocupar su asiento favorito junto al ventanal acristalado, descorrió el visillo y abriendo el sobre suspiró profundamente. Ya antes de leer estaba emocionada. El fugaz encuentro de la noche anterior bajo la escalera la había descolocado. Volvió a sentir aquel ardor en sus mejillas; la efusión de sangre  que provocara la pasión y prolongara la vergüenza. A la vez deseo y amarga pesadumbre. Entre esos extremos discurría su vida desde la aciaga tarde, allá en el lejano parque de Saint Claude, cuando accedió a escuchar aquellas palabras lisonjeras a las que subrayaba una mirada azul.

Leyó las breves líneas con mano temblorosa. La blanca puntilla que enmarcaba su diestra delicada vibraba levemente a resultas de su nervioso movimiento. Rompió el sobre y la misiva, tal como su amante le indicara. Estaba decidida a no responder aquella nota. Odiaba sentirse como ahora. Tiró los restos al fuego de la chimenea e incorporándose marchó para continuar con las labores. A la hora de comer, mientras servía los manjares, M. Blanchard, según costumbre, hablaba del incremento de las ventas que experimentaba el almacén y de las buenas perspectivas del negocio.

-Esta mañana despachamos tres pedidos, dos de ellos a provincias; lo cual indica un buen momento para las exportaciones. Creo que podríamos ir pensando cuando marcharíamos  a Grenoble. ¿Has pensado en ello, mon cherie?

Solange Blanchard, muy ajena a sus palabras, dio una enigmática sonrisa por respuesta y, tras un breve silencio, se dignó responder:

-Antes habrá que pensar cómo organizaremos las vacaciones de los niños. Si continuarán durante el verano sus lecciones de inglés, esgrima y piano.

-Es cierto, solo he pensado egoístamente en mi descanso. Me agobia un tanto la actividad empresarial.

A la hora de la toilette, inconscientemente, volvió ella a pensar  en su joven amante. Su desnudez contemplada ante el espejo le hizo revivir el placer que sus caricias le otorgaban. ¿Cómo renunciar a ese regalo que, tras doce años de aridez matrimonial, la vida le ofrecía de forma gratuita? Así, al salir  del gabinete buscó recado de escribir.




Mi imprescindible Armand:

Soy víctima y culpable por estos demonios que me gobiernan de cintura para abajo. No puedo sustraerme al apremiante goce de tu cuerpo, ni a la dulzura que tus palabras despiertan en mi mente. No permitas que mis dudas y vacilaciones de burguesa ya madura enfríen el calor de tus juveniles emociones. Hazme feliz e ignora mis auto-recriminaciones. Seamos siempre el uno para el otro.

                               Tuya




Tras introducir la nota en sobre perfumado la guardó en su falda, de donde la trasladaría más tarde a la cartera-portafolios que el profesor de inglés llevaba diariamente, cuando acudía a las lecciones vespertinas de sus hijos.



© Ramón L. Fernández y Suárez




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Correspondencia peligrosa por Ramón L. Fernández y Suárez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.  

                            

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