Ante el colosal
despliegue de imaginación que plásticamente nos transmite la paleta
orientalista de este autor decimonónico, me quedo sorprendido; más aún,
petrificado, por el patético refinamiento que con fuerte dramatismo nos ofrece
esta mítica recreación.
“La muerte de
Sardanápalo”, presentada al público en el salón de 1827, acusa también la
decadencia que tras trece años de restauración borbónica, se hacía patente en
la llamada ciudad luz. No pasa el
mensaje desapercibido para todos; más aún cuando se hace evidente su parentesco
espiritual con la obra de Lord Byron,
romántico socavador de los restos insepultos del ancien régime.
El rey de Nínive,
gobernador de Babilonia, decide no entregar a sus conquistadores el magnífico
esplendor que le rodea. Nadie verá su cabeza en lo alto de una pica agujereada
por los cuervos. Ningún forastero rozará sus carnes en los turgentes pechos de
sus concubinas. Sus caballerías soberbias no serán obligadas a galopar en
dirección desconocida por insolentes guerreros victoriosos.
La atmósfera que
desprende esta espectacular composición me envuelve y me reclama desde las
cálidas carnosidades que destacan sobre la opulencia de los rojos dominantes en
la escena. Delicada y brutal sensualidad que se enriquece en los múltiples
detalles cuidados con esmero. La posición jerarquizante del monarca, destacada
por la albura de su ropa, determina la subordinación de todo cuanto le rodea.
Hay voluntad incontestable desde su mirada que, no obstante, necesita un cierto
distanciamiento del espectador para
apreciar imágenes producidas por yuxtaposición del colorido antes que por la
delimitación lineal de las figuras. No es arte impresionista, no; pero destaca
la atención sobre una técnica que despertará de su letargo al arte del divino Apeles durante la segunda mitad
del propio siglo.
Soberbia, egoísmo,
sensualidad a tope y espléndida riqueza refinada. Son éstas las notas
dominantes que, provenientes de esta tela mural, nos hacen olvidar, de forma
momentánea, el feroz sacrificio que impone toda tiranía a sus obligados
servidores.
© Ramón L. Fernández y Suárez.
Memorias del Museo del Louvre por Ramón L. Fernández y Suárez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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