UN
CHAT EXIGEANT
Mon chat s’appelle Pelusa
et même si à la maison nous sommes très humbles, ma maman a observé que notre
félin est un peu snob. Je ne sais pas ce qu’elle veut dire mais d’après le ton…
ce doit être quelque chose de mauvais!! Il n’aime pas les sardines, ni les
toits, ni les souris et il passe la
journée dans la cour au soleil allongé sur le côté avec une patte sur la tête.
Nous sommes ouvriers ,
c’est mon père qui le dit, et nous ne pouvons pas acheter à mon chat un collier avec son nom gravé, ni les
meilleures croquettes, ni une litière en argent.
Pelusa dort au pied de mon
lit y je me suis assis à son côté pour lui parler. Il ne doit pas demander des
choses en argent; j’ai essayé de le convaincre mais il m’a répondu en miaulant
qu’il ne le voulait pas en argent mais en or; on ne se rend pas compte qu’il
est allergique au laiton et qu’il a besoin d’une litière en métal précieux pour
son bien-être présent et futur parce que la chatte qu’il voulait conquérir vit
dans une maison luxueuse et il voulait
lui faire bonne impression. Il ne veut pas souffrir des vicisitudes et encore
moins vivre dans la misère, me répondit il en se léchant une patte.
Il me persuada complètement
avec ce long discours, mais mon papa lui a donné un ultimatum: s’il ne fait pas
son travail de chasser les souris, on devra se livrer de lui….Et je suis très
apeuré parce que mon papa a dit que s’il ne travaille pas, il va empoisonner
ses croquettes… Je ne veux même pas y penser et je me suis assis dans un coin à
pleurer.
Pelusa est venu avec moi et
je lui ai expliqué très doucement que si mon papa et ma maman lui donnaient
tout ce qu’il demande, il partirait avec la chatte riche et je le perdrais pour
toujours; d’autre part, s’il n’accepte pas de faire la chasse aux souris, mon
papa va l’éliminer… Donc, de toutes façons je ne pourrais pas l’avoir avec moi…
et il est le plus important pour moi.
Il se mit à réflechir. D’un
coup, il sauta par la fenêtre et il disparut. Je pensais l’avoir perdu pour
toujours et je sentis une si forte douleur que je me mis à crier, à rouspéter
et à dire à mes parents qu’ils étaient méchants et que je ne les aimais pas. Ma
maman me caressa la tête, m’embrassa et me moucha… Comme je n’arrêtais pas de
pleurer, elle me donna une fessée et m’envoya dans ma chambre faire les
devoirs.
Pelusa fut absent tout un
mois et quand il retourna il portait une petite bourse en cuir pleine de pièces
de monnaie et la donna à mon papa. Il lui tourna le dos très dignement et se
lança à mon cou avec ses deux pattes de
devant, à la fois qu’il reposa sa tête sur mon épaule. Je le serrais
très fort contre moi et riais. Mon papa lui demanda des explications mais il ne
voulut rien lui dire. Mon papa et ma maman ouvrirent alors la bourse et ils y
trouvèrent le salaire d’un mois. Ils doutèrent mais, comme la bourse portait le
nom de l’usine de farine, mon père y alla retourner cet argent.
Pendant ce temps, Pelusa me
raconta qu’il avait cassé avec la chatte riche et qu’il avait pris certaines
bonnes décisions importantes dans sa vie parce que j’étais la personne qu’il
aimait le plus. Il laissa très clair qu’il ne voulait pas être l’esclave de personne
et que ma maman devait parler à mon papa pour lui demander pour lui un poste
important à la maison. Cela dit, il caressa sa moustache.
A son retour, mon père
apportait l’argent parce que le patron de l’usine de farine lui explica que
c’était le payement pour les travaux que
Pelusa avait faits. Il ne fit pas la chasse aux souris qui pullulaient dans le
magasin, mais, depuis le haut d’un sac, il leur miaula de telle façon que les
souris partirent apeurées autre part et elles n’étaient plus retournées.
Ensuite, installé dans le meilleur fauteuil de son bureau, il donna de sa patte
droite des ordres au gamin chargé des
commissions et le patron était tout étonné et heureux de voir son usine plus
ordonnée que jamais. Et comme récompense, il employa Pelusa.
Ma maman regardait Pelusa
avec respect et elle prit dans ses bras mon chat orgueilleux et lui
carressa le dos en disant:
-
-Je me
suis trompée sur toi… Tu n’es pas un snob!!! Tu es un champion!!! Tu sais
convaincre sans te forcer!!!
Et depuis, grâce à mon
chat, la misère est partie en courant de notre maison et on ne la plus revue…
Traducida por:
María Ramírez Sánchez nació en Melilla y con 8 añitos se fue a vivir a Oujda, una ciudad del entonces protectorado francés del norte oriental de Marruecos, a muy pocos kilómetros de la frontera con Argelia.
Con 21 años se vino a Madrid, donde ha trabajado haciendo traducciones francés-español hasta su jubilación, y donde ha formado una bonita familia de la que se siente muy orgullosa.
En español
Mi gato se llama Pelusa y aunque en casa somos muy humildes, el
felino, observa mi mamá, nos ha salido pijo. Yo no sé qué quiere expresar con
eso pero por el tono en que lo dice debe ser algo muy feo.
No le gustan las sardinas, ni los tejados, ni los ratones y se pasa el día en el patio recostado sobre su lomo con una pata en la cabeza, tomando el sol.
Nosotros en casa somos obreros, eso lo proclama mi papá y no podemos comprarle mi gato el distintivo que pretende, con su nombre grabado, ni el mejor pienso, ni que el arenero, como tan fino le llama, sea de plata.
Pelusa duerme a los pies de mi cama y allí me senté para dialogar con él. No debía pedir cosas de plata, intenté convencerlo y me contestó con un maullido que él no quería que fuera de plata sino de oro, si es que no nos enterábamos, el latón le daba alergia, necesitaba que fuera de un metal precioso para el bien de su salud y de su futuro porque la gata que tenía en mente vivía en una urbanización de lujo y la primera impresión era muy importante para conquistarla. Él no estaba para sufrir vicisitudes y mucho menos vivir en la miseria, me dijo mientras se lamía una pata.
Tras ese largo discurso me persuadió por completo, pero mi papá ha dado un ultimátum y ha dicho que si Pelusa no se dedica a su oficio, que es el de cazar ratones, nos tendremos que librar de él. Yo estoy en un sin vivir porque mi padre dice que de esta noche no pasa. Si no trabaja le va a poner veneno en la comida, no quiero ni pensarlo, por eso me he sentado en un rincón a llorar.
Pelusa se ha echado en mi regazo y le he explicado muy despacio que si mis padres le daban todo lo que pedía, él se marcharía con la gatita rica y yo le perdería para siempre; por otro lado, si él no aceptaba cazar ratones, mi padre se desharía de él, así que de cualquiera de las dos formas yo no podría tenerle a mi lado. Y él era lo más importante que tenía.
Mi gatico se puso en actitud pensante. De pronto, saltó por la ventana y cuando yo me asomé ya no le vi. Pensé que me había abandonado para siempre y sentí tal dolor que grité, pataleé, dije a mis padres que eran malos y que no les quería. Mi mamá me acarició la cabeza, me dio un beso, me sonó las narices pero como yo seguía gritando, me dio unos azotes en el culo y me mandó hacer los deberes.
Pelusa estuvo todo un mes fuera de casa y cuando regresó lo hizo con una bolsa pequeña de cuero llena de monedas y se la entregó a mi padre. Le dio la espalda de una forma muy digna y se abalanzó a mi cuello con sus dos patas delanteras al tiempo que ponía a descansar su cabeza en mi hombro. Yo le apretaba muy fuerte y reía. Mi padre le exigió explicaciones pero no se las quiso dar. Mi papá y mi mamá abrieron la bolsa y allí encontraron el sueldo de un mes. Tanto dinero hizo dudar a mis padres pero al fin como la taleguilla traía el nombre de una fábrica de harinas mi padre se dirigió allí para devolver lo que no era suyo.
Mientras tanto, Pelusa me explicó que había roto relaciones con la gatita de lujo y que había tomado ciertas decisiones muy importantes en su vida porque yo era el único acreedor de su cariño. Lo que dejó bien claro es que continuaría siempre con sus convicciones de no ser un esclavo de nadie y que lo mejor que podría hacer mi madre era hablar con mi padre para que le diera un puesto de relevancia en nuestra casa. Y dicho esto se atusó el bigote.
Cuando mi padre regresó traía de vuelta el dinero porque el dueño de la fábrica de harinas le había dicho que eso era el pago por los trabajos que Pelusa había realizado. No cazó a los ratones que pululaban por el almacén pero subido en un saco les endilgó una charla de maullidos tan convincente que los ratones asustados se habían ido a otra parte y no habían regresado desde entonces. Luego recostado en el mejor sillón de su oficina, había ido dando órdenes con la pata derecha al chico de los recados y el dueño asombrado no daba crédito cuando vio su fábrica tan ordenada como nunca lo había estado. Y en reciprocidad a tanta organización puso en nómina a Pelusa.
Mi padre miraba a Pelusa con respeto y mi madre tomó en brazos a mi orgulloso gato y acariciándole el lomo le decía:
-¡Qué equivocada estaba! ¡Tú no eres un pijo! ¡Tú sirves para adalid! ¡Convences sin esforzarte!
Y desde entonces, gracias a mi gato, la miseria salió corriendo por la puerta de nuestra casa y no la hemos vuelto a ver.
© Marieta Alonso Más
Has tenido mucha suerte, Marieta con esta traducción.¿Lo estáis pasando bien? Soco
ResponderEliminarMaría Ramírez es un encanto de persona y ha tenido la gentileza de traducir tres de mis cuentos al francés. Un gran abrazo.
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