De entre las nubes
surgió un brillante rayo de sol que iluminó la casa abandonada. La ventana
verde abierta le recordó su niñez. Se vio asomada al tragaluz de su buhardilla,
aquél por el que sin grandes esfuerzos, saltaba para colgarse de su rama
preferida y balanceándose, llegar hasta el tronco por el que descendía sin que
sus padres se percataran de su ausencia. Sonrió. La comisura de sus labios lanzó
un quejido, tanto tiempo sin sonreír, justo un año desde que la tragedia se
presentó sin avisar.
Volvió a escuchar el ruido
seco del tren de aterrizaje al chocar contra la pista. Era como la voz del
trueno, por eso se tapaba los oídos, cuando las tormentas irrumpían su
silencio. Sí, ése fue el ruido que escuchó por la televisión en el momento en
que daban la noticia y mostraban aquellas horribles imágenes. Su marido e hijo volvían
en aquel avión.
¡Qué hacía desde
entonces! Caminar, caminar, caminar sin rumbo. De lunes a viernes tenía todas
sus horas ocupadas…, pero los fines de semana se le hacían interminables.
¡Maldito ocio!
Una bandada de mariposas
comenzó a revolotear por encima de su cabeza llamando su atención y la fue guiando
por aquel sendero hasta la misma ventana. Se introdujeron por ella, pero como no
las siguió regresaron, la rodearon y entraron de nuevo, así hasta tres veces. Petrificada
se quedó. ¿Qué le querrían decir?
Volvió a la senda. Y detrás
suyo la nube de mariposas ¡Qué pesadas! Persistentes la fueron llevando hacia
un lateral de la casa donde había una puerta entreabierta y repitieron lo de
entrar, salir, rodearla y volver a entrar. Intrigada empujó el portón, le
extrañó que no chirriara, era como si estuviera en uso.
Un bebé envuelto en una
manta verde de rayitas blancas, dentro de un canasto posado sobre la única mesa,
dormitaba. Y a su lado un papel, escrito con letras mayúsculas y faltas de
ortografía, rogaba a quien lo encontrase que no lo abandonara, que le diera,
por favor, un poco de cariño y la oportunidad de vivir. Buscó a las mariposas.
Habían desaparecido.
© Marieta Alonso Más
Hermoso y solidario cuento que abriga la idea de que siemore nos puede sorprender la vida y la dicha.
ResponderEliminar¿Hacia dónde te dejarías llevar por las mariposas?
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