Vean la siguiente
escena. La de un padre bañando a sus hijas. En realidad, la pequeña Layan es
hija suya y la otra, llamada Shaymaa es su sobrina. Es un hombre joven,
de 30 años, compartiendo con ellas esos instantes de juegos infantiles. Tan
tiernos, tan íntimos. Verdaderos momentos de felicidad pertenecientes
únicamente a él y a sus pequeñas. Las dos niñas están en la bañera,
jugando, con la cabeza enjabonada. Y fuera, su padre, también mojado,
sonríe.
Qué puede haber más
importante para Salem que regresar a casa después de un día duro de trabajo y
disfrutar del momento del baño de Layan y Shaymaa. A menudo, las personas
pierden demasiado tiempo tratando de conseguir fuera de casa todo lo necesario
para poder ofrecer una buena vida a sus familias y, con el paso de los años, se
dan cuenta de que lo que no han hecho es precisamente eso, vivir.
Aunque, en el caso de Salem
Saoody, eso carece de total importancia. No tiene ni casa ni trabajo. Sí la
tiene, haber conseguido el agua suficiente para llenar una bañera que parece
haber esquivado las bombas que han destruido el resto de su barrio, en la
ciudad palestina de Gaza. Esa agua puede evadir a las pequeñas, al menos
durante un rato, del infierno en el que viven.
La escena aparece reflejada
en una fotografía realizada por Emad Nassar, y publicada en su cuenta de
Instagram el 26 de junio de 2015. En ella, casi se pueden escuchar los gritos y
las carcajadas de las niñas en medio del silencio provocado por la guerra. La
imagen representa un oasis de paz rodeado por un desierto de cascotes. Un
motivo para el optimismo en un lugar sin futuro.
Desconocemos si ese padre
resulta ser el único pilar en pie de una familia igualmente en ruinas. No
sabemos qué habrá sido de la madre de Layan, o si alguno de los bombardeos ha
convertido a las dos primas en hermanas. Lo que sí refleja la estampa es la
capacidad del ser humano para adaptarse al medio en el que vive. Esa extraña
habilidad que algunas personas tienen para seguir adelante cuando la guerra se
empeña en cerrarle los caminos. Esa capacidad de robarle una sonrisa más a una
vida que insiste en hacerlo todo más difícil.
La fotografía de Emad
Nassar habla de la guerra, de las muertes que se lleva, de su sinrazón. Pero
también de las vidas que deja. Representa una mirada positiva. A través de su
objetivo pueden verse los desastres que la guerra provoca pero, del mismo modo,
aparecen los personajes que cada día tratan de continuar con sus vidas con la
mayor dignidad posible. Y para Salem, lo más importante es poder dar un buen baño
a sus niñas.
© Alberto Martínez Ibañez
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