Me
gustaría presumir de haber tenido una vida sencilla. Me encantaría poder gritar
a los cuatro vientos que los dramas no me persiguen y que son otros los
que se ven atacados por semejantes circunstancias. Mentir sería
sencillo: echarme a reír, encogerme de hombros y mover la cabeza como si
realmente las tristezas y los problemas no me hubieran tocado jamás. Realmente
me haría muy feliz que fuera así. Pero, lamentablemente, no es el caso.
Ser
sensible es uno de los rasgos que mejor me definen. El hecho de intentar
encajar ha sido un lastre durante toda mi vida. No solo entre las amigas, con
los chicos y en la familia. La sociedad, el hecho de tener qué querer
según que cosas o no desear otras nos marca y nos cambia. A veces un modo
irreversible. Enfermedades, decisiones erróneas y la distancia han sido
traicioneras conmigo. He sufrido y he llorado. Lo confieso, no me arrepiento.
Pero también me he limpiado las lágrimas y he regresado con más fuerza
que nunca. Una y otra vez.
Con
las rodillas peladas y la cabeza bien alta he luchado contra todo lo que
se suponía que debía gustarme y que debía entrar en mis planes. He librado
mil batallas por lo que realmente me llenaba. Por eso he llegado a ser la
persona que soy.
Hoy
quiero dar gracias, y lo haré una y otra vez, por la persona con la que
comparto mi vida, por mi pequeña pero especial familia y por las
personas que me rodean. Queda pulir un par de detalles. Pero ya estoy en el
buen camino. Este es el que elijo. Sin que nada ni nadie me coaccione.
Tomaré
mis mejores zapatos y seguiré caminando.
© M. J. Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario