Jacques-Louis David La muerte de Marat (1793) |
Hay a quien le gustan las bañeras o tinas, que es más
romántico, por su carácter privado y a otros por todo lo contrario. Pero ya sea
a solas o acompañados es placer de dioses darse un baño y soñar mientras nos
vamos relajando del ajetreado quehacer diario.
Un ejemplo arqueológico emblemático es el «Gran Baño de Mohenjo Daro», sus ruinas se encuentran en Pakistán, fue una
especie de piscina municipal con escaleras que bajaban hasta el agua. Las bañeras
individuales más antiguas se encuentran en Babilonia hacia el 1800 a.C. Las
excavaciones en los palacios micénicos concuerdan con los relatos de los poemas
homéricos. Creta nos ha legado una perteneciente al palacio de Cnosos que
asombra por su parecido a las bañeras de principios del siglo XX.
Era costumbre ofrecer un baño a los huéspedes. Muchas
familias tenían baño en sus casas aunque al parecer las termas eran mucho más
populares, pues no solo se bañaban también recibían masajes. Eran lugares
ideales para las relaciones sociales, económicas y políticas, ya que abrían al
mediodía y cerraban al ponerse el sol.
Las bañeras podían ser de mármol, ónice, pórfido e
incluso de plata. Con la caída del Imperio Romano esa costumbre decreció, a
pesar de su mala fama la Edad Media no era tan alérgica al baño como nos han
querido hacer ver, pues en la España musulmana estaba muy extendida la
costumbre de bañarse.
En Francia en el siglo XVIII se inventaron las bañeras
con desagüe. Se comenta que por aquella época, visitaba París, Benjamin
Franklin, el inventor del pararrayos, y le gustaron tanto las bañeras que se
llevó varias a Norteamérica y redactaba en ellas sus escritos.
Se creía en la antigüedad que el uso del baño estaba
relacionado con la medicina y la magia y que era un buen remedio contra las
enfermedades. El naturalista e historiador Plinio curaba su asma en la bañera.
Había baños para todos los gustos: los de tierra servían para combatir la
tuberculosis; los de hojas de abedul contra el reumatismo y la hidropesía; los
de heno o de saúco contra el dolor de huesos, hasta los parisinos pusieron de
moda el baño a la carta. En el menú se contaba con baños de azahar, de miel, de
esencia de rosas, de leche, de vino…
La bañera más famosa de la antigüedad fue la del sabio
Arquímedes de Siracusa. Ya sea anécdota, leyenda o realidad, lo cierto es que
algún tipo de recipiente resultó ser clave para descubrir y enunciar la ley
física conocida como principio de Arquímedes.
Plinio cuenta que Popea, esposa de Nerón, llevaba en
su comitiva quinientas burras nodrizas para bañarse en su leche, es de suponer
que también llevaba una bañera. En este capítulo de belleza también podría
incluirse la bañera de la reina egipcia Cleopatra VII, y la de Paulina
Bonaparte, hermana de Napoleón.
En su testamento, Pedro III de Aragón dispuso que su
cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, y en una bañera
de pórfido rojo, que el almirante Roger de Lauria trajo desde Sicilia, como sus
antepasados Enrique VI y Federico II, enterrados asimismo en bañeras romanas de
pórfido, reutilizadas como sarcófagos.
Tristemente famosa sería la bañera de Marat, en la que
el estadista de la revolución francesa se sumergía durante largas horas para
aplacar una enfermedad de la piel, y en la que murió apuñalado por la joven Charlotte
Corday.
El genio de Alfred Hitchcock inmortalizó
cinematográficamente la bañera en la recurrente escena de Psicosis:
"...Marion entra en el cuarto de baño y se desnuda para darse una ducha.
Ya de pie en la bañera, y con el agua corriendo, no oye que alguien abre la
puerta del baño. Inesperadamente se corre la cortina y apenas alcanzará a ver
la sombra de una mujer mayor que esgrime un gran cuchillo de cocina. Marion
grita y cae sobre el borde de la bañera. La ducha seguirá corriendo y
arrastrando la sangre hacia el sumidero. Un primer plano muestra su ojo,
mientras la cámara se aleja girando sobre sí misma..."
Julia Roberts y Richard
Gere protagonizaron una preciosa escena de bañera en esa película tan
taquillera de los años 90 ¿recuerdas su nombre?
Volvamos a la realidad. En
tiempos de sequía lo más apropiado es una ducha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario