martes, 1 de mayo de 2018

Amantes de mis cuentos: Un relieve con alma

La Aurora de Rodin



Me gustaba la idea de mi cara incrustada en una piedra, me gustaba que los parisinos vinieran a verme, que alabaran mi belleza. ¡Hay mejor forma de pasar a la posteridad! Lo que nunca se me ocurrió pensar fue que mi mente se quedara atrapada dentro de ese magnífico mármol, sin fisura, por donde poder salir. Reconozco que se está calentito aquí dentro pero no soy libre y de vez en cuando anhelo huir.

Desde niña mi padre -agricultor- comentaba que yo era muy dada a desviarme del surco recto, que no tenía cordura, muy dulce sí, en apariencia, pero algo extravagante.

-¿Para qué necesita ser normal? Con lo bonita que es se puede dar el lujo de ser diferente, -respondía mi madre secándose las manos en el delantal.

Y yo me miraba al espejo para comprobar que en verdad era guapa. Lo que no veía en mí eran las palabras de mi padre. Mi espalda estaba derecha como una vela, era sociable, hasta le daba besos a los perros que veía en la calle, distorsionaba mi cara para asustar a los niños -me hacían reír al verles correr despavoridos- y si ahorqué al gato en la viga del desván fue porque me arañó.

Mi manera de ser no era tan disparatada como afirmaban los vecinos. Mi padre se equivocó al pensar que le había amenazado con una faca. Se asustó. Yo solo quería comprobar si estaba afilada cortando el bolsillo de su camisa.

En este edificio blanco donde me han encerrado quieren hacer triunfar la razón por medio de la violencia. Soy más inteligente que ellos, ahora estoy a salvo dentro de esta escultura. Cuando vienen a verme les guiño un ojo. Algunos amantes del arte quedan aterrorizados, pero a otros les divierto.




© Marieta Alonso Más

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