Corazón llévame lejos
allí donde nacen los poemas.
Derrítete en la destellante
luz de sus labios.
Disuélvete en sus
amables caricias invernales.
Dilúyete en sus gráciles
piernas andariegas.
Dime como fueron tus
días saturados de piedras en los bolsillos.
A dónde se fue el
anhelo inquietante de tus sabias palabras lanzadas al viento.
Quién no dejó
en los renglones un
olvido y una naciente melancolía.
Quien no miró
al cielo esperando una
bendición divina.
Quédate junto a mí
en estos días claros
de este mes embriagado de gráciles sirenas.
Mira mis ojos varados
en tu sonrisa,
mis manos ancladas con
tus caricias,
y mi boca sumergida en
tus deseos.
Di mi nombre una vez
más en esta noche que no acaba.
Sé mi piel en esta
hoguera trasnochada.
Estaría a tu lado una eternidad
mirándome en tus pupilas.
Y si la eternidad no
existiera,
me quedaría en la
frontera de tus tiempos
escalando las sutiles horas
de tu mirada.
© Sol Cerrato Rubio
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