martes, 7 de julio de 2020

Juan Ángel Juristo: Manuel Azaña, el político que pensaba y escribía

Portada de El Alma de las Letras.


El arma de las letras (Reino de Cordelia) es el cuarto tomo, y último, de una antología de escritos de Manuel Azaña que José Esteban ha preparado siguiendo un esquema temático, de enorme importancia pedagógica pues aunque estos escritos pueden conseguirse en sus Obras Completas, la dificultad de acceder a esa edición, amén del desconocimiento que sobre Azaña afecta a la mayoría de los españoles, aconsejan acercarse de las manera más idónea a través de una buena selección de sus escritos : así, Gentes de mi tiempo, dedicado a figuras del mundo cultural y político contemporáneos del político español, como Unamuno, Benavente, Valle Inclán, Ortega y Gasset o Marcel Proust; A la altura de las circunstancias, que trata de escritos sobre la guerra civil, de seguro el tomo más amargo de los cuatro de que consta la antología y que es obra de Isabelo Herreros, gran especialista en Azaña, y donde se recogen textos que nos hablan de la crueldad de los sublevados, de los errores que se cometieron en el bando republicano y de un documento de extrema importancia por lo que contiene de confesión personal, la carta que dirigió al político conservador Ángel Ossorio, amigo suyo, y donde le da cuenta de las circunstancias de su salida a Francia y Tierras de España, escritos sobre los paisajes y los paisanajes de un país que fue preocupación principal de su manera de pensar, un país del que recoge la herencia pesimista de la mirada que sobre su devenir tuvo la Generación del 98 y que la generación de Azaña, la llamada del 14, intentará cambiar para colocarla a la altura de los tiempos, en consonancia con la hora europea…

Es esta una selección de escritos de cierta importancia porque describe a la perfección la obsesión de Azaña por las figuras españolas del XIX, como si con ese gesto quisiera dar la razón a la retórica que afectó al bando nacionalista en plena efervescencia en el guerra civil cuando decían que querían extirpar de España ese pus liberal al que le gustaba el siglo XIX con su desgraciado positivismo, su materialismo, su tendencia al parlamentarismo y la democracia, abandonando la hora mística de nuestro antiguo pasado imperial y delirios así. En realidad esta selección de escritos que ha realizado José Esteban demuestra que Azaña recoge la herencia del 98 y, con mirada lúcida y distante, analiza las entrañas de la decadencia extrema de un país que apenas dos siglos antes había sido la mayor potencia imperial del mundo. El libro, además, incluye el prólogo que Azaña hizo de La Biblia en España, amén de traducirlo, de George Borrow, uno de los testimonios más exactos de cómo era nuestro país en el siglo XIX, y que se muestra como guía, es el primer artículo de la antología, de todos los escritos que el lector se encontrará posteriormente.

Así, Juan Valera; sus amigos del Ateneo de Madrid, del que fue presidente desde junio de 1930; la reseña que hace de Belarmino y Apolonio, de Pérez de Ayala, una narración y un autor que tuvo su importancia en aquellos años y que hoy nadie lee; el magnífico retrato de Ramón del Valle Inclán, autor al que admiraba sobremanera y del que también se recoge en esta antología el obituario que dedicó Azaña a la muerte del autor de El ruedo ibérico; cómo no, Cervantes y la particular visión que Azaña da de su Quijote; Joaquín Costa y su concepto de cirujano de hierro, idea muy en boga en su tiempo, el ejemplo más preclaro era el de Benito Mussolini, y que Azaña detestaba, quizá porque intuía el peligro que para su país representaba tal consigna, que muchos repetían al modo de un loro provisto de un altavoz; en fin, Ángel Ganivet y su Idearium, al que Azaña critica con lucidez mientras incide en una visión nueva de la rebelión de los Comuneros de Castilla contra el Emperador Carlos…

Pero lo más interesante del libro es el de demostrar en cierta manera que, lejos de ser el escritor frustrado que por deberes a la Patria se mete en política, concepto muy en boga en muchos años y que Hugh Thomas avala en su magnífica La guerra civil española, Azaña fue “un político que pensaba y escribía”, en feliz frase de Santos Juliá y que José Esteban avala en el prólogo que escribe para este libro donde llega a comparar los análisis históricos de Azaña a los de historiadores como José Antonio Maravall o Rafael Altamira…

Escribe José Esteban en el prólogo: “Hemos cumplido, pues, nuestros objetivos y, al menos, o en gran parte, los fines propuestos. Creemos haber acercado a un más amplio público sus escritos y los hemos sacado de las manos de los especialistas”

De eso se trata.

Juan Ángel Juristo
Cultura Libros



10 de mayo de 2018

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