sábado, 17 de abril de 2021

Paula de Vera García : Viaje a un paraíso: Diario de una voluntaria en Etiopía (Parte I)

 


23 de julio, 10:04 de la mañana


Estoy en el aeropuerto Heathrow de Londres. Por megafonía acaban de anunciar que lo pasajeros de mi vuelo podemos empezar a embarcar. Con un suspiro, me levanto, extraigo el tirador de mi maleta de ruedas y me cuelgo del hombro una enorme mochila de exploradora, llena hasta los topes de todo tipo de enseres. Al alzar el brazo noto una punzada de dolor y me contengo de hacer una mueca de enfado mientras termino de colocarme el macuto y ajusto las correas. Instintivamente, me palpo el bíceps izquierdo. Ahí está: sólo es un pequeño bultito, pero aún molesta de vez en cuando. No obstante merece la pena, pues sé que con todas las vacunas que me han puesto estaré segura ante posibles enfermedades. Respiro hondo para relajarme y echo a andar por el aeropuerto en dirección a la puerta de embarque. Miro el billete una vez más para asegurarme: 

 

“Flight EA 4536 to Addis Ababa (Ethiopia); Gate C34”

 

10:30 de la mañana.

 

Estamos a punto de despegar. Ya estoy en mi asiento y a mi lado hay un hombre de color con aspecto de ejecutivo. 

«Probablemente regrese a su país», me digo mentalmente. 

Debo admitir que estoy algo tensa. Hace tres años que espero este momento y aún me cuesta creer que esté aquí, sentada, lista para dirigirme a Etiopía y conocer a “mi niño”. Qué le voy a hacer: aunque sólo lo tenga apadrinado, siento algo especial por él; como si fuera mi hermano o algo parecido. El avión comienza a moverse. Allá vamos.

 

11:25 de la mañana.

 

Estoy releyendo las cartas que me ha mandado mi ahijado. Se llama Abadi Sube Kidane y vive en Shebedino, a 339 km al sur de la capital, con sus padres y su hermano menor. Por suerte tengo el nombre de todos ellos para preguntar cuando llegue allí. Como Abadi es muy pequeño y aún no puede escribir −algo que, de todas formas, en muchos países africanos es común. En Etiopía, concretamente, el analfabetismo está en un 50,8% en hombres y en un 66,2% en mujeres−, un voluntario de la organización Internacional “Ayuda en África” me escribe por él. Reprimo un escalofrío. Puede que pronto yo haga lo mismo que él, puesto que mi pretensión es convertirme en voluntaria también en ese país. Creo que es lo mínimo que debo −y quiero− hacer después de haber colaborado con ellos tanto tiempo. Mis ojos recorren lentamente cada línea:

 

14 Junio de 2005

 

Querido padrino,

 

Abadi Sube, tu niño apadrinado, te saluda. Él y su familia están muy bien. Él piensa en ti y en tu familia todo el tiempo. La semana pasada recibió algunos regalos que le enviaste. Te está muy agradecido. Con él, su familia te está muy agradecida. Recibió una pizarra y una bayeta, lápices de colores, rotulador, un estuche sacapuntas, goma, regla y tinta. Teniendo en cuenta la gran contribución de estos materiales a su futura carrera escolar, los regalos le encantaron. Por último, espera recibir más noticias tuyas, y te desea lo mejor.

 

Atentamente,

 

Salim Teklu (voluntario)

 

Sin quererlo, siento que lágrimas de emoción empiezan a rodar por mis mejillas. ¡Resulta tan tierno! En algunos informes anuales que recibí de Abadi, me decían también que le gusta construir cosas y cantar. Sonrío al recordar que contaba a todo el mundo que de mayor quería ser médico. Enjugándome los ojos, cojo la segunda carta, la última que tengo de él:

 

31 de marzo de 2006

Querida señora Álvarez Peña,

 

Abadi le envía muchos saludos. Él y su familia están muy bien y piensan en usted todo el tiempo. El niño no va a la escuela, pero quiere aprender. Vive en una zona templada. Aquí se ha terminado el verano, y ha empezado a llover. Ahora los granjeros cavan sus tierras. “Ayuda en África” está llevando a cabo varios proyectos aquí. Ahora la gente se beneficia del centro de salud que se ha construido, también se ha construido una escuela y pozos de agua para beber. Los niños apadrinados reciben asistencia sanitaria gratuita. Algunos voluntarios han recibido formación de matronas, de planificación familiar y de nutrición. Ahora están cerca para apoyarnos y ayudarnos. Estos trabajos permiten a Ayuda en África ganar el corazón de los habitantes.

 

Al final, su niño le dice “adiós” y “escribe pronto”

 

Salim Teklu – Voluntario.

 

Sin quererlo, abrazo la carta durante un breve instante antes de dejarla de nuevo en el macuto. Pensando mientras me recuesto en el asiento para dormirme que, sin duda alguna, mañana será un día memorable…

 

Relato completo seleccionado de la convocatoria “Madrid Rumbo al Sur” (2017) 

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