domingo, 31 de octubre de 2021

Curiosidades y leyenda del sauce llorón

 


Su tronco es grueso, derecho, con muchas ramas. Es común en los sotos y riberas de  los ríos, muy cerca del agua, aunque la familia de los sauces es tan extensa que se pueden encontrar a más de dos mil metros de altitud.

El sauce de Babilonia o sauce llorón se cultiva en Europa como planta de adorno, aunque también hay otras especies como el sauce cabruno cuyos brotes son una delicia para las cabras, y también la mimbrera que es utilizada para la cestería.

Los medicamentos a base de sauce y otras plantas ricas en salicilato ya aparecen en antiguas tablillas de arcilla sumerias, así como en el Papiro Ebers del antiguo Egipto. Hipócrates hizo referencia a su uso del té salicílico para reducir las fiebres hacia el año 400 a.C. El extracto de corteza de sauce se consolidó por sus efectos específicos para reducir la fiebre, el dolor y la inflamación a mediados del siglo XVIII.

 

Leyenda del sauce llorón

A orillas del río Uruguay existía una orgullosa tribu, la cual era gobernada por un hombre justo y valiente. Este guerrero tenía una hija llamada Isapí, a quien todos admiraban por ser la más bella de la región. En todo el lugar no había una sola persona que pudiera compararse con su belleza; sin embargo, así como grande era su hermosura, frío era su corazón, pues la princesa carecía de sentimientos.

Jamás en su vida había derramado una sola lágrima, no tenía amigos ni sabía sonreír. Y aunque le sobraban los pretendientes a ninguno de ellos amaba, pues se decía que era incapaz de sentir amor. Así era la hermosa Isapí, orgullosa y fría como el hielo.

Aunque muchos intentaron ganarse su corazón todos fracasaron en el intento, y muy pronto, la desgracia cayó sobre la tribu.

Una noche de tormenta, las aguas del río crecieron tanto que arrasaron todo lo que estaba a su paso, incluidas las casas de la aldea con decenas de habitantes, que murieron ahogados. Pero ni siquiera esta horrible desgracia hizo llorar a Isapí, quien contemplaba las ruinas de su tribu con rostro inexpresivo.

A esas alturas, muchos la culpaban por la mala suerte que le había traído al pueblo.

Después de aquella gran inundación, los únicos sobrevivientes de la tribu; algunos guerreros y unas cuantas mujeres, decidieron reconstruir como pudieron sus chozas para refugiarse en la selva. Entre ellos se encontraba una vieja hechicera, que al mirar en los negros ojos de Isapí, optó por convocar al señor de los maleficios, inquieta por la falta de reacción de la joven.

Tras contarle lo sucedido, el gran señor resolvió que solo las lágrimas de la muchacha calmarían a los dioses, pues probablemente se sintieran ofendidos por su arrogancia.

Así pues, mandó llamar a la princesa y dos guerreros de la aldea la llevaron ante él.

—¿Por qué me has llamado? —le preguntó ella.

—Tenemos que hablar acerca de tus sentimientos. La hechicera ha preparado una pócima con la que por fin conocerás el dolor del sufrimiento y el alivio del llanto —le extendió una diminuta botella—, si a pesar de todo tienes algo de consideración por los tuyos, te ruego que lo bebas para salvarlos de la ira de los dioses.

Isapí miró la poción dudando.

—Pero, ¿qué me ocurrirá si bebo esto? —preguntó.

—Ese es un sacrificio que tú misma tendrás que averiguar.

Isapí la bebió y de pronto dejó de escuchar. Sus pies se convirtieron en raíces que afloraron en la tierra y el resto de su cuerpo se volvió un tronco. Su largo cabello se transformó en hojas colgantes y verdes. Por primera vez la princesa sintió miedo y se soltó a llorar, provocando que su follaje creciera más y más hasta extenderse por el bosque.

Así fue como nació el sauce llorón, un árbol muy bello pero que siempre parece muy triste. Llora para pedir perdón por el corazón de piedra que alguna vez tuvo la bella princesa Isapí.

 

 

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