Al escuchar aquello, Andrea tuvo que hacer un esfuerzo soberano de voluntad para no saltar de la banqueta y girarse. Tras contar mentalmente hasta tres, con cierta rigidez, por fin fue capaz de levantar la barbilla unos centímetros hacia su izquierda y encarar a la persona que la había saludado. Su melena rojiza caía en desordenados rizos sobre sus hombros, sólo adornada por ese largo y rebelde mechón de flequillo blanquecino sobre la parte derecha del rostro. Sus ojos azules y felinos la observaban con cierta sorna, reflejada también en su media sonrisa irónica característica que Andrea había aprendido a apreciar durante sus aventuras juntas. Tragó saliva y se obligó a devolverle un gesto cordial.
―Lohse
―pronunció, aunque no pudo evitar que su voz saliese algo ronca todavía a causa
de la intensa emoción―. Sí, hace mucho. ¿Cómo has estado?
La
trovadora se encogió de hombros, como si fuera del todo ajena a su turbación.
―Bueno,
aquí y allá ―repuso, como si nada, antes de sacudir la cabeza sin perder la
sonrisa―. Bah, a quién quiero engañar. Reconozco que no me he ido demasiado
lejos de Maderiva en los últimos tiempos. ―En ese instante, la trovadora hizo
una seña coqueta al tabernero y, un segundo después tenía una pinta de cerveza
delante que Andrea casi ni vio llegar―. Y ¿tú? ―inquirió entonces la pelirroja,
acodándose con indolencia sobre la barra―. ¿Qué trae a un alto cargo de la
Fuente a estos pagos?
Andrea
enarcó una ceja.
―
¿“Alto cargo”? ―repitió, curiosa, antes de contrarrestar con un…―. ¿Cómo lo has
sabido?
Lohse
volvió a encogerse de hombros con esa falta de complejos tan suya.
―Bueno,
las noticias van y vienen y una sabe dónde escuchar ―admitió, con media sonrisa
que a Andrea le provocó un vuelco al corazón. Una turbación que debió de
reflejarse en su rostro, porque Lohse suspiró y cambió de tema de inmediato―. Y
¿qué ha sido del bueno de Morti? ¿También sigue por ahí contigo buscando nuevos
aprendices que llevar a la nueva capital de Rivellon?
Andrea
tragó saliva. Así que, en realidad, Lohse ya sabía todo lo que necesitaba sobre
ella y sus andanzas. Entonces… ¿Por qué preguntaba? En el fondo, Andrea sabía
que esa no era la pregunta correcta que su alma clamaba a gritos por liberar,
pero también sabía que no le gustaría la respuesta. Quizá por ello, se limitó a
responder con levedad a la última cuestión de la pelirroja.
―Ah,
no. Nuestro Mortimer se volvió al Imperio Lagarto con el Príncipe Rojo en
cuanto nos separamos, o eso es lo poco que entendí por sus cartas al principio.
―Esbozó una mueca no exenta de ironía―. Supongo que hace tiempo que no sé de él
por lo ocupados que están expandiendo sus territorios…
Lohse
hizo una mueca que quería parecer asqueada antes de soltar una risita por lo
bajo.
―Uf,
qué pereza sería estar bajo el dominio de los lagartos ¿te imaginas? ―bromeó,
antes de darle un largo trago a su cerveza y limpiarse la boca con la manga―.
Que, a ver… No es que no quisiera mucho a Morti y tal, pero de ahí a que
decidan ellos todo lo que hacemos…
Andrea
secundó su risa sin casi poder evitarlo.
―Bueno,
creo recordar que en esos tiempos no te importaba “catar” lagarto, ya me
entiendes… ―ironizó a su vez, haciendo que las mejillas de Lohse casi se
pusieran del color de su pelo.
―No
me hables ―la contradijo, sin perder el humor del todo, aunque gruñendo algo
más. En efecto, aquel recuerdo no era el mejor de todos―. Ese idiota era un as
en la cama, pero lo de robarme todo a la primera de cambio…
Andrea
trató de volver a reír ante aquello, como hubiera hecho hacía dos años cuando
la conoció. Sin embargo, la mención directa del hecho de que Lohse se había
acostado con aquel rufián escamoso trajo a la superficie sentimientos
encontrados en los que prefería no pensar… Menos delante de ella. Para bien o
para mal, aun habiendo bebido un poco, Lohse seguía siendo tan aguda como
siempre y eso lo demostró el cambio de expresión que se adueñó de su rostro en
un instante.
―Oye,
jefa… ―empezó, como si dudase.
Pero
Andrea no quería oírlo. No se sentía capaz. Intuía lo que iba a decir, pero no
estaba preparada y lo sabía. Así, quizá con más brusquedad de la debida, la
hechicera-oficial de la Fuente apuró su jarra de vino, la dejó caer en la barra
con algo más de violencia de la necesaria y murmuró:
―Ha
sido un placer volver a verte, Lohse. Nos veremos pronto, espero.
Un
ramalazo extraño cruzó por las facciones angulosas de la pelirroja, pero Andrea
no se paró a interpretar qué podía significar. De un instante a otro, se bajó
de la banqueta, se giró y se alejó para preguntarle al tabernero cuál era su
aposento. Tras indicárselo, él volvió a sus quehaceres y Andrea se retiró hacia
la escalera sin mirar atrás. Aunque le dolió un poco ver, por el rabillo del
ojo, que Lohse también había desaparecido del lugar donde la había dejado. Con
un suspiro y queriendo convencerse de que era mejor así, Andrea Ironsoul se
encaminó hacia la planta segunda de la taberna y se adentró en su dormitorio
sin apenas pensarlo dos veces. La amplia cama, escogida para la ocasión de alojar
a alguien de tan elevado rango como una Alta Oficial de la Escuela de
Hechicería de la nueva capital de Arvassa, acogió sus sollozos en cuanto su
rostro alcanzó la almohada.
‒Continuará‒
Historia
inspirada en Lohse, personaje del videojuego “Divinity: Original Sin II”
Imagen:
Lohse, pantallazo oficial del videojuego “Divinity: Original Sin II, creación
de personaje
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