jueves, 21 de julio de 2022

Blanca del Cerro: Lenguaje inclusivo

 



        Imbuida por el frescor de las nuevas ideas y las nuevas palabras, la señorita Castaño, maestra vocacional, se sentía renovada y con ganas de enseñar todo aquello que había aprendido en los últimos tiempos con tan fantásticos mentores como sus jefes, que nada sabían de lengua y literatura pero mucho de hombres, mujeres y grandes posibilidades lingüísticas. Por eso estuvo una hora completa inculcando a sus alumnos (y alumnas, claro) la idea de priorizar siempre que hablasen los femeninos en sus frases de forma que se igualasen los sexos (ella dijo géneros) y no existiesen diferencias plausibles entre ambos, asegurando que aprenderían y machacarían dichos conceptos a lo largo de todo el curso.

        Fue aquella niña, Daniela, un poco cursi y un poco remilgada bajo su punto de vista, la que levantó la mano después de las explicaciones y puso en jaque toda la estructura que con tanto esmero había estado explicando.

  Hay algo que no entiendo, señorita Castaño —comentó la nena.

  Tú dirás, Daniela —respondió la maestra con gesto de hastío.

— Pues… eso que dice de los masculinos y los femeninos… pues que no es posible.

  ¿Cómo que no es posible?

— Bueno… verá… por mucho que usted insista yo creo que no es lo mismo ir a pasear un rato que ir a pasear una rata; no es lo mismo meter la pata que meter el pato… por ejemplo, en el horno; no es lo mismo poner un velo que poner una vela; no es lo mismo levantar un rodillo que levantar una rodilla; no es lo mismo ponerse junto a los focos que junto a las focas; no es lo mismo leer un cuento que leer una cuenta; no es lo mismo apuntarse a un partido que apuntarse a una partida…

— Vale, vale, no sigas —saltó la señorita un tanto indignada ante la observación de aquella niña impertinente.

— Y si cambiamos su apellido por un femenino… pues prefiero no decir nada más.

La señorita Castaño levantó la barbilla orgullosa, mandó sentar a la pequeña Daniela y continuó con su perorata de angustias y terrores lingüísticos impuestos por los grandes genios de la literatura de aquellos tiempos.

 

©Blanca del Cerro

#cuentosparapensarBlancadelcerro

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