El libro que hoy traigo, publicado en marzo de 2020, es una excepción porque es un poemario. No suelo presentar aquí mis lecturas de poemas, no soy más que alguien que se asoma a algunas ventanas para dejarse arrastrar por la musicalidad o para ser golpeada por las palabras, no sabría hablar de poesía más que en términos de lo que me llega al corazón o no.
Me ha costado mucho escribir esta breve reseña porque me ha costado mucho aventurarme a través de sus páginas por la sencilla razón de que está dedicado a Carlos Fernández Alonso, que además de amigo del alma, hermano en mil batallas del autor, es también mi compañero de vida, incluso ahora que ya no está.
Tregua ha sido para mí ese grito en el silencio pidiendo un descanso para el cuerpo y para la mente, lleno de nostalgias de otros tiempos en los que la vida aún no nos había golpeado inmisericorde.
Y para muestra baste un botón un fragmento del poema que da nombre a este libro:
Que un viento a mi favor sople en mi vela
y la ira del naufragio me perdone.
Tan solo es una tregua cuanto pido.
Santiago A. López Navia inunda de calidez el corazón con sus poemas plagados de nostalgia por la infancia que se nos quedó por el camino y por los amigos que desaparecieron entre las veredas. Aún hay que seguir caminando y, el autor, en este duodécimo poemario nos regala un soplo de aire cuando nos falta el aliento como en el siguiente fragmento de Intermezzo:
Acabo de cumplir cincuenta años
y, aunque me gusta andar, creo que es tiempo
de retirarme a un lado del camino,
aunque sea un momento, así, sin prisa,
a ver si el corazón me rinde cuentas.
Que la vida nos dé, de vez en cuando, una bella tregua como este libro para descansar del camino.
©Julia de Castro
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