Se ahogó en el río Saleph en Anatolia en
junio de 1190, antes de que pudiera encontrarse con Saladino.
Las circunstancias exactas de su
muerte no están claras: una parte cuenta que, acalorado tras cabalgar, quiso
refrescarse con un baño; otros relatan que fue tirado de la silla por el
caballo cuando estaba atravesando el río y que el peso de su armadura lo
hundió. Se especula que, siendo un hombre de casi setenta años y teniendo en
cuenta el calor que hacía, sufrió un infarto en el agua helada de un río que
viene de las montañas.
Su hijo Federico VI de
Suabia continuó con un pequeño ejército para enterrar a Barbarroja en Jerusalén.
El intento de conservarlo en vinagre fracasó, así que la carne del emperador
fue enterrada en la iglesia de San Pedro en Antioquía, sus huesos en la
catedral de Tiro y el corazón y las entrañas en Tarso.
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