martes, 1 de agosto de 2023

Amantes de mis cuentos: Adicta a las telas

 



No lo puedo evitar. Me gustan. Todo comenzó en el neolítico cuando empezaron a hilar el lino para el verano y la lana para el invierno, hasta inventaron el huso y el telar y eso que yo no estaba allí para incentivarlos. Tampoco es culpa mía que en la antigua China, alrededor del año 3000 a.C., ya fabricaran tejidos de seda, si ni siquiera tengo los ojos rasgados. Y con México, qué tengo que ver con México y sus algodones y fibras sacadas del maguey. Pero mi madre pone en tela de juicio todo lo que digo.

No es culpa mía este amor por las telas. Lo es de quienes me bautizaron con el nombre de Atenea, esa diosa tan diestra con las manualidades. Estoy orgullosa de llamarme así, pero mi madre que no tiene pelos en la lengua, dice que debió ponerme Aracne, porque soy tan alocada como ella. Por lo visto, Aracne se creía la mejor trabajando con el telar y por boca-chancla dijo que era incluso más hábil que Atenea. Para zanjar la cuestión recurrieron a una competición de telares, que en aras de la verdad ganó Aracne. Su trabajo era precioso. Los malditos celos hicieron que Atenea la convirtiera en una araña para que se pasara todo el tiempo tejiendo, tejiendo sin parar.

Me dio un escalofrío escucharla. Una cosa es que me gusten las telas y otra muy distinta que me conviertan en araña. Cierto es que tengo un armario repleto de piezas de casi todos los tejidos. Pero cada cual colecciona lo que quiere, ¿no? Unos recopilan sellos, otros zapatos y yo rollos de telas.

Al pasar mi mano por los distintos tejidos siento el trabajo de todas aquellas tejedoras que se vieron en la necesidad humana de protegerse del frío, de la lluvia, o también ¿por qué no?, por el simple placer de lucir esos bonitos paños, y me pregunto qué hablarían o si habría rencillas entre ellas, si soñaban con desfilar sobre una alfombra roja como hacen las modelos de hoy en día, o si competirían como lo hicieron Aracne y Atenea.

 

 

© Marieta Alonso Más

 

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