sábado, 13 de febrero de 2016

Marisa Caballero: El balcón

Foto: José Mesa

En mis paseos por el barrio viejo, me llamaba la atención el balcón adornado con plantas. Destacaba notablemente porque proporcionaba una cierta calidez a la frialdad de la piedra, pese a qué tampoco presentaban su aspecto más lozano, quizás si tuvieran begonias o alegrías le darían mayor frescura.  La escasa distancia frontal entre una casa y otra, impedía el paso del sol. Había demasiada sombra.

La fachada de la casa no estaba bien cuidada. Parte de los canalones habían desaparecido, y la humedad impregnaba la piedra. En tiempo más frio, posiblemente el musgo aparecería.

Nunca vía a nadie en el balcón, pese a que me gustaba la tranquilidad de la zona, pero realmente parecía que el lugar estaba deshabitado. Solo esas plantas y los visillos del balcón, denunciaban la presencia humana.

Después de muchos paseos por la zona, caminando por esa misma calle,  una tromba de agua cayó sobre mi cabeza. Sacándome rápidamente de mis ensoñaciones y fantasías. Empapado miré hacía el lugar de donde venía el agua. Un anciano asustado me pidió perdón e invitó a subir a la casa para que me secara. Se le había caído el cubo con el agua.

Me esperaba a la entrada con una toalla. No dejaba de pedir disculpas y me convidó a sentarme. Vivía sólo. Los servicios sociales le llevaban comida. Unos jóvenes le visitaban todas las semanas, y todos querían que fuera a una residencia, no debía estar sólo decían, sería más feliz allí, pero ¿quién cuidaría las plantas de Carmiña?, y sobre todo los recuerdos que le visitaban.

Emocionado,  recordé a Benedetti:

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas

quien sabe donde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quien sabe qué consejos voy a inventar aun
y que atajo hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire mas piedras
abriré la ventana
abriré la ventana.

© Marisa Caballero 

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