A finales del siglo XIX, miles de españoles iniciaron la emigración
hacia el Dorado, hacia los nuevos países de Ultramar. A mediados de los
años cincuenta, los nietos de aquéllos, volvieron a hacer las maletas.
Ahora ya no acudían a los puertos. En las estaciones de tren, en los
aeropuertos tomaban billetes para Alemania, Francia, Suiza… Tanto en
aquella ocasión, como en ésta, para muchos, fue un viaje sin retorno.
Ahora, nuestros jóvenes y no tan jóvenes, van indistintamente a
Latinoamérica, a Centro Europa, llegando incluso hasta China y
Australia. Buscan, como sus mayores, un futuro mejor.
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