miércoles, 25 de octubre de 2017

Leyenda de Rodas (Grecia): El caballero hospitalario



 
Palacio del Gran Maestre. Rodas. Grecia

En la isla de Rodas, la más extensa del archipiélago del Dodecaneso, hace muchos siglos hubo un terrible dragón, los labradores espantados ante el fuego que salía de su boca, comenzaron a abandonar los campos. El monstruo hambriento no hacía distinciones entre animales y hombres.

¿Cómo exterminar a aquél ogro? ¿Existía alguien capaz de matarlo?

Un día la Orden de San Juan, también conocida, como Orden de los Hermanos Hospitalarios y a partir de 1310 como Caballeros de Rodas, que tenía un monasterio en una colina cercana, se ofrecieron a matar el dragón.

El Gran Maestre de la Orden designó a uno de sus caballeros para que fuera en su busca, ofreciéndole, si lograba su objetivo una magnífica cruz de oro, por lo que animoso se dirigió al lugar en que el dragón tenía su morada. Pero lo días fueron pasando y no se recibían noticias de él.

Se creyó que había muerto por lo que, se designó a otro valiente caballero que también desapareció sin dejar la menor huella. Enviaron otros dos caballeros pero ocurrió lo mismo, por eso el Gran Maestre prohibió terminantemente que nadie volviera a intentar la arriesgada empresa.

Uno de los Hospitalarios desobedeciendo la orden de su superior huyó del monasterio en secreto y se acercó a la guarida del monstruo. Allí estaba con sus rugidos, escupiendo fuego y oliendo a humo. Se miraron durante un largo tiempo hasta que se enfrentaron la fuerza de la fiera y la astucia del hombre.

Tras una lucha desigual y gracias a unos certeros golpes, el dragón cayó muerto. Multitud de vecinos aclamaban al héroe, pero el Gran Maestre, por haber incumplido el voto de obediencia, se negó a otorgarle la cruz de oro y le condenó a permanecer en una oscura celda.

El caballero consciente de su rebeldía, se quitó humildemente sus vestiduras de guerrero y pidió perdón yendo con la cabeza baja hacia su destino. El Gran Maestre comprendió en aquel instante que aquel caballero hospitalario no sólo había expuesto su vida para conservar la de sus vecinos, también se mostraba sumiso y obediente, por lo que admiró su gran espíritu, y con un gran abrazo le otorgó su perdón y ante todos le condecoró con la merecidísima cruz de oro.

Se considera como sucesora de aquellos hombres a la hoy «Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta», abreviando tan largo título es llamada: «Orden de Malta».

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